Editorial
La agonía de Unidas Podemos
El camino hacia la irrelevancia de los morados es positivo para la democracia
Unidas Podemos afronta este fin de semana un suerte de volver a empezar en principio sin la oscura y larga sombra de Pablo Iglesias, cuya ausencia en la Asamblea Ciudadana ha sido aventada por la organización como la voluntad inequívoca del ex líder de no tutelar a la nueva dirección que encabezará Ione Belarra. Es complicado que ese mensaje cuaje y se dé por cierto que la renovada cúpula ha roto amarras con el gran timonel dado que el propio Iglesias se encargó de designar a sus herederos, en este caso, herederas, para las principales responsabilidades a las que renunció con motivo de su fracasada aventura madrileña. Es francamente peliagudo desterrar a Iglesias de ese porvenir del partido dado que es su legado y sus secuelas y no otras con las que tendrán que cohabitar y que, a nuestro juicio, lastrarán decisivamente el proyecto. En todo caso, nada de todo ello es una novedad para Belarra y su equipo pues son los mismos nombres que compartieron con Iglesias la deriva decadente de las siglas hasta la realidad de hoy. Todos ellos dicen representar el futuro, uno mejor, aunque cuesta reconocerlo en lo que a todas luces es el pasado. Ellos han personificado la casta y el privilegio en la defensa de un grupo extremista, contrario al Estado de Derecho, hostil a la convivencia y acelerante del enfrentamiento y la revancha. Una izquierda radical que enarboló una bandera ventajista y oportunista en un tiempo de convulsión y desafección popular y que se aprovechó de la desesperación para tomar el ascensor de la política bastarda y asentarse en todo aquello que habían criminalizado. La respuesta del votante fue la retirada paulatina de apoyos en una secuencia electoral imparable hacia la insignificancia. Cada cita con las urnas de los últimos años ha refrendado que el votante es refractario al engaño, el abuso, la soberbia y el despotismo de aquellos obstinados en coartar su libertad. Afortunadamente, Unidas Podemos ha encadenado error tras error y si hoy sobrevive se ha debido a una coyuntura parlamentaria y la ambición de un gobernante que germinaron en una coalición gubernamental de conveniencia. La etapa Belarra arranca con exceso de hipotecas, también la económica, como adelanta hoy LA RAZÓN. Nada menos que 2,6 millones de euros de pérdidas en 2019, con una deuda multiplicada por seis y 1,2 millones menos en donaciones de sus cargos. Que el futuro de un partido tan nocivo para la democracia sea oscuro es positivo.
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