Cataluña

Cupvergencia

«Su partido tiene la posibilidad de convertirse en la nueva Convergencia»

Me cuentan que Oriol Junqueras renuncia a la unilateralidad. Sinceramente, si es verdad y le anima seriedad de propósito, me alegro y me parece un paso en la mejor dirección. Pero comprenderá Oriol que nos veamos obligados a exigirle algo más. En Cataluña han existido desde siempre dos corrientes de opinión igualadas: la de los que piensan que nos iría mejor separados del resto de España y la de los que piensan que nos iría mejor juntos. Durante treinta años, ambas corrientes respetaron las reglas del juego del estado de derecho, hasta que, un día, a los separatistas no se les ocurrió otra cosa que probar a hacer trampas con la ley para imponer sus ideas. Con ese intento provocaron un hecho gravísimo que arrastraremos durante mucho tiempo: la perdida de la confianza mínima entre unos y otros catalanes. La visión de la mitad de los diputados regionales abandonando el parlamento catalán cuando se les intentaban robar sus legítimos derechos democráticos en 2017 va a pesar mucho en el ánimo de la población catalana en cualquier futuro de pactos. Cabe recordar que ese día la reacción de Junqueras fue quedarse en el hemiciclo ¡cantando!, lo cual nos puede decir algo de su capacidad de visión política. Su partido ahora toca poder y tiene la posibilidad de convertirse en la nueva Convergencia de la región. Pero para hacerlo necesita unirse con aliados más que sospechosos, vinculados tanto con la corrupción pujolista como con ese porcentaje de totalitarismo marginal contra el que, curiosamente, no se plantean nunca ejercer uno de esos famosos cordones sanitarios. Es innegable que Puigdemont, Turull, Damià Calvet, Miriam Nogueras estaban en el partido de Pujol. Basta también escuchar en TV3 las siguientes palabras de Nùria Martí de la CUP para entender lo segundo: «Nosotros no creemos en absoluto en los derechos individuales. Nuestro límite no son los derechos individuales, ni la ley, nuestro límite es la razón porque la tenemos.» O sea, la posesión de la verdad absoluta y total. Adivinen de dónde viene la palabra totalitario.

La Cupvergencia es lo que tiene, Oriol, que buscas una emocionante desobediencia civil y acabas teniendo una sórdida desobediencia institucional.