Opinión

El teatro de los indultos

«Estamos ante un acto que solo tiene que cumplir los requisitos formales legalmente previstos»

La realidad es que no sabemos que hay de teatro y de verdad en las reacciones de los dirigentes independentistas tras conocerse la aprobación de los polémicos indultos. No me extrañaría que el «espectáculo» estuviera convenientemente pactado con La Moncloa, porque es necesario complacer a las respectivas parroquias. Sánchez tenía asumido que reaccionarían con que no era suficiente y que era el momento, tal como aclaró Aragonés, de «un referéndum acordado». El presidente por «delegación» de Junqueras, acompañado de su gobierno independentista, aseguró que «salen con la cabeza bien alta y las ideas intactas, con la voluntad reforzada de construir una república catalana libre». Nada que nos sorprenda y menos aún al inquilino de La Moncloa que está curado de espanto. Al final, las palabras son gratis y así se desahogan. La realidad es que salen tras una dura condena, han tenido que tragar con los indultos que no querían y lo de la república catalana es una chorrada. Sánchez no quiere pasar a la Historia como el presidente que permitió una consulta disparatada que sentaría un precedente aunque la perdieran.

No veo recorrido a los recursos contra los indultos o las querellas contra los miembros del gobierno. En el primer caso, no hay argumentos para que la sala tercera del Supremo rechace la iniciativa de Vox y una vez tomada en consideración lo lógico es que dilucide la legitimidad y entonces la desestime. La vía penal me parece poco consistente, aunque sea útil para la lucha partidista. Estamos ante un acto que solo tiene que cumplir los requisitos formales legalmente previstos, porque es una medida de gracia que se justifica a partir de conceptos difusos como utilidad pública que no tiene una interpretación jurídica sino política. El gobierno quiere liberar a unos condenados por sedición y está en su derecho, aunque no comparto la decisión. Ni siquiera el Supremo podría entrar en el fondo, sino simplemente en la forma. Lo que se trata es de cumplir la apariencia de legalidad y obviar la arbitrariedad, pero el papel, en manos de un buen jurista, lo aguanta todo. No hay que olvidar que el gobierno tiene un número abrumador de abogados del Estado, magistrados y profesores a su servicio capaces de blindar unos indultos tan controvertidos.