Opinión
La orquesta del director Pedro Sánchez
No se trata de una reconciliación, sino de cerrar página y tomar el poder barriendo a los barones
Como era previsible, ha sido un cambio de gobierno que no ha gustado a la oposición. Lo excéntrico hubiera sido lo contrario. Sánchez ha conseguido el objetivo de recuperar la iniciativa, porque es una maratón y no una carrera de velocidad. Es una estrategia siempre recurrente cuando las encuestas van mal y, objetivamente, el gobierno estaba agotado por la pandemia. Otras interpretaciones me resultan imaginativas, pero poco sólidas, porque la victoria en las primarias andaluzas marcó claramente quién controla el partido y lo ha demostrado. No sé si alguien pensaba lo contrario. He de reconocer que me dijeron hace días que saldrían Calvo y Ábalos, aunque acogí la información con gran escepticismo. Sánchez quería una remodelación muy potente tanto en el gobierno como la que llegará al partido. En este caso alcanzaría incluso a Adriana Lastra y otros colaboradores que parecían intocables. Como me ha sucedido muchas veces a lo largo de mi vida, me equivoqué, en este caso al olvidar que un presidente no tiene amigos en la política sino colaboradores de los que tiene que ir prescindiendo a lo largo del camino para conseguir sus objetivos. Estoy seguro de que no le resultó fácil, pero no había otra salida.
Suárez, González, Aznar y Zapatero lo hicieron, porque no es lo mismo cuando se está en la oposición o en el gobierno, pero en este caso, además, hay diferentes etapas. Rajoy optó por el inmovilismo y los enfrentamientos internos. Fue una combinación letal. Sánchez afronta dos retos: la recuperación económica y la reelección. Los que han salido no le aportaban nada. Necesitaba caras nuevas que fueran un revulsivo ante la opinión pública. Lo mismo le sucede con el PSOE, porque quiere que sea una maquinaria bien engrasada, con un equipo afecto a sus intereses desde el comité federal hasta las organizaciones territoriales. No se trata de una reconciliación, sino de cerrar página y tomar el poder barriendo a los barones que no están a su lado. Es un escenario lógico para un presidente que se juega la reelección. El PSOE y el gobierno han de estar bien coordinados como si fuera una orquesta interpretando la partitura que quiere su director. Nadie puede desafinar. No le preocupa Podemos y sus enredos, porque son útiles para mantenerse en el centro. Es mejor tenerlos dentro que fuera.
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