Pedro Sánchez

Cielo e infierno de Pedro Sanchez

Ya saben, la personalidad narcisista estrangula, literalmente, el intercambio afectivo e impide toda resonancia entre las partes,

Sanchez lo tiene todo para triunfar: físico, audacia, perseverancia, ambición, virtuosismo, superioridad moral, jeta… sin embargo, no cuela. Los españoles (pensantes) no nos creemos sus sentimentalismos porque traslucen un fondo utilitario donde absolutamente todo se trata de él mismo y sus necesidades, donde los ciudadanos no importamos más que en la medida de lo que podamos proporcionarle.

No busquen más, hay algo que separa al perfecto presidente-galán de sus gobernados, incluso de aquellos que idolatran su partido y es la frialdad o, dicho de otro modo, menos laxo e infantil (¿qué es ser frío? preguntarán con razón) su falta de compasión. Por eso, el “gran corazón de Sanchez” y su discurso buenista se hacen manifiestamente disonantes, donde las discrepancias entre el mensaje pretendido por el emisor (nuestro presidente) y lo que recogemos la audiencia (es decir, el pueblo) son tales que la comunicación termina fracasando.

Ya saben, la personalidad narcisista estrangula, literalmente, el intercambio afectivo e impide toda resonancia entre las partes, por mucha emocionalidad y mucha impostación que se le ponga a la cazuela.

Aunque quiera, el narciso no puede ocultar que está centrado en sí mismo, y no hay discurso sensiblero que valga ni vocecita tierna (pero invalida) porque no irradia un gramo de verdad, ni mucho menos de afectividad.

Nuestro flamante presidente Pedro Sanchez, bien afeitado, trajeadito, guapo, Pedro el inclusivo, Pedro el inventor de lo políticamente correcto; Pedro el de la voz suave y la mirada de condolencia, Pedro el Presidente del Club de la bondad… Lo que quieran, pero Sanchez cae fatal y es por su indisimulable egolatría, que implica, además de egoísmo, inmoralidad, faltas a la verdad, mesianismo, desprecio por su electorado y, como se ha visto esta semana, desconsideración hacia su equipo (ese que deseaba precipitarse por él a un abismo y no ha hecho falta porque los ha empujado él).

Pedro Sanchez dispone de 30 meses de legislatura experta, progresista, feminista, digital, resiliente, ecologista (egoísta), europeísta, atea e indi y para garantizar su gobierno maltrecho, para apuntalarlo, atenazado por su maltrecha imagen y la negligencia sistemática de sus principales soldados, los ha largado barranco abajo sin mirar.

Cierto es que en un político no debe imperar el sentimentalismo sobre el bien nacional, y no menos cierto es que los ministros arrojados del Olimpo Sanchez, no han hecho otra cosa que malfuncionar a todos los niveles desde que llegaron, pero hay una idea que proyecta nuestro presidente “perfecto” sin poder hacer nada para evitarlo: falta de humanidad.

Dicen los psiquiatras, que a los narcisos_que instrumentalizan a los demás y están incapacitados para sentir al otro_ no les tiembla el pulso, y que por eso, tienen la capacidad maravillosa que no tenemos el resto, de poder llevarse todo por delante sin aspavientos.

Veamos, la matanza de Texas Sanchez es lógica, después de dos años de fracasos a todos los niveles, derramándose la leche hirviendo del desempleo y el gasto público del cazo nacional, posicionándonos como el peor gobierno del globo en la gestión pandémica, el Tribunal Constitucional ya se ha cargado el estado de alarma de Pedro Sánchez; después, los pactos con terroristas y golpistas, impuestos para financiar a los chiringui-bondadosos a troche y moche, incompetencia para de defender las fronteras españolas de África y, ¡lo peor!: el ridículo internacional con Biden.

No se lo criticamos; a esos Ministros (y a otros), había que condenarlos al averno (con excepción de Ivan Redondo, que es lo más inteligente y capaz que ha pasado por el actual PSOE); Pero, ¿había que arrojarlos de esta manera?

Un narciso mengano, fulano o zutano, se esfuerza en aparentar solidaridad en las relaciones, ya sean familiares, laborales, sociales… sobre todo si su posición lo requiere, pero no lo consigue.

¿No tienen ustedes un regusto amargo en la boca? ¿Cómo si, por ejemplo, nuestro presidente, hubiera desnucado a sus huestes a traición, de manera deshonrosa, abrupta y sin darles su lugar?

Para los que no estén familiarizados con la psicología les explico: ser narciso no es ser un poco chuleta (que también), el narcisismo es un desorden que afecta a alrededor del 1% de la gente (el 75% son hombres), donde la persona narcisista no empatiza. Vamos, que el resto de los mortales le importan un pimiento, si no puede servirse de ellos para obtener algo concreto.

El narcisista es incapaz de sentir al otro, de ponerse en el lugar del otro y por mucho que se afane en esconderlo, no cuela, porque solo existe su propio ego.

Sanchez ha mutilado su gobierno para sobrevivir (como el que recibe la picadura letal de una mortífera especie de serpiente en un pie y se lo amputan) y en su lugar se ha calzado uno más joven, y de peor calidad, plagado de alcaldesas de pequeños (y no por eso menos respetables y bellos municipios) como Gavá(Ministra de Transportes), Gandía (Ministra de Ciencia e Innovación) o Puertollano (Portavoz del gobierno…)…

Sanchez, con un sentido desmesurado de su propia importancia, de sus capacidades y logros, nos ofrece un Sanchez permanente, un Sanchez, no por una legislatura, ni dos, un Sanchez histórico, mitológico, infinito, Olímpico, Celestial, antes de enviarnos al infierno…