Opinión

¡Barra libre para tontos!

Hoy no es el día internacional del tonto, no obstante, habiendo tantos desinhibidos, cualquier fecha es propicia para analizar y ensalzar su extraordinaria figura.

Lo decía Voltaire, la estupidez es una sorprendente enfermedad que no sufren quienes la padecen, sino sus congéneres, porque (esto ya es mío) el estúpido, el necio, el gilipollas y hasta el imbécil son groseros, desconsiderados y la mayoría de las veces imprevisibles.

La conducta del tonto no responde a ningún fenómeno racional por eso, y después de valorarlo unos segundos, declaro que preferiría morir a manos de Hitler, de Pol Pot... ¡de Fu Manchú! que a manos de un tonto... me refiero, claro, a ese tonto que, encima, cree dirigirse con la virtud de un pepino (su ideario es como una ensalada repleta de variadas frutas y verduras de temporada aunque difícilmente combinan entre sí). Hablo del virtuoso moral, el del buenismo vacío, el de todos esos conceptos de mural de primaria, con ese virtuosismo que eleva al idiota a los cielos de la superioridad porque es el virtuosismo del tonto…¡¡Ay!!

Hay que tener presente que, innegablemente, el tonto no es trigo limpio ya que la misma frutería de promoción que lleva por cerebro, le ha impedido construir una conciencia o moral mínimamente elevada o digna.

El tonto, amigos, opina rápido, piensa rápido, decide rápido: las ideas, siempre provenientes del exterior, penetran por sus sentidos y atraviesan su hueca mollera como flechas, sin encontrar resistencia alguna que amerite reflexión.

Dejémoslo, es inútil pretender un diálogo constructivo con un tonto. ¿Saben? El tonto tiende a triunfar en las discusiones o debates no por su argumentario, ni su dialéctica, sino precisamente por su falta de empatía, rigor y delicadeza.

Por eso, lisa y llanamente, porque te pilla un tonto y te destroza, conviene hacer podas de tontos entre nuestros “amigos” y conocidos cada temporada, igual que debemos realizar podas con máxima diligencia en nuestros jardines y casas de campo. Y no digo que tengan mala intención del todo, lo mismo que no la tienen las malas hierbas ni la maleza, ni tan siquiera las arañas o los erizos de nuestros jardines.

Un ejemplo elemental: si una persona con cualidad de amiga se acaba de separar y está en pleno duelo, en carne viva o, como es sano y natural, “jodido”, sus amigos no le hablarán de su ex pareja y menos aún para contarle lo felicísima que creen que está desde que no están juntos, ¿no? Eso es lo que haría un amigo, un amigo normal con un CI normal.

La conducta del amigo tonto, es distinta a la del amigo normal… y, sin embargo, muy similar a la de los enemigos que le pueden a uno sacar los ojos con dos cucharillas de café, por supuesto; si es enemigo y lo que se pretende es hacer sufrir intensamente, lo mejor es informar con diligencia, presteza y esmero de todos los movimientos de su amor perdido, especialmente si parecen dichosos o festivos. Esto es lo que harían el sádico, el enemigo e irremediablemente el tonto, aunque sea amigo. El tonto no se exige mucho pero afortunadamente para él, casi todo el resto de sus congéneres también son tontos.

En cuanto a la fiabilidad de las informaciones, ojo, que el tonto miente, aún no se ha descubierto si es por su ineptitud para asimilar, retener y relacionar los elementos o si ha desarrollado tan linda cualidad como mecanismo rápido y animal de defensa, a sabiendas de su desventaja intelectual.

Después uno reflexiona y concluye que ¡todos los males del mundo, la auténtica devastación de la sociedad es y ha sido a lo largo de la historia producto de iniciativas de tontos...! El tonto, cuando sale inquieto, debiera recibir la atención de un psiquiatra y hacer mucho deporte.

En fin, volviendo al ejemplo que les daba, el del torturar a un amigo recién separado porque uno es tonto, considero un deber compartir esta información de máximo interés general y rabiosa actualidad (con tantas separaciones y rupturas como nos aquejan hoy en día); no obstante, el tema es elemental, rudimentario, me parece que no haría falta explicárselo a ningún ser bípedo; esto, no habría que decírselo a ningún hombre o mujer que haya alcanzado la posición erecta ni la capacidad prensil, adquirida con la aparición del pulgar oponible... pienso yo, ¿no?

Y luego es que el tonto no se avergüenza; para el tonto, el mundo entero es una barra libre de impertinencia, de astracanada, de pifia, de indiscreción… y no conoce el ridículo, nunca se detiene, su actividad no cesa.

Les prevengo, mejor, no se midan con un tonto y hagan podas…