Juegos Olímpicos

El efecto Biles

Los Juegos recrean, como un «pantone» emocional, toda una gama de éxitos y fracasos

Los Juegos Olímpicos de la pandemia se parecen, claro, a la pandemia. Desde los tiempos más duros del confinamiento, la sensación de ver la vida, la propia y la ajena, a través de un dron se fue asentando. Como si pudiésemos salir de nuestros límites y nos viésemos desde fuera: lo bueno, lo malo, lo mejorable y hasta lo desterrable. Una guía improvisada en medio del caos, una panorámica de la condición humana que recorría las grandezas y las heroicidades, todas cotidianas, de quienes se enfrentaban al coronavirus y que también alcanzaba las mezquindades de algunos, los enfrentamientos estériles y los incumplimientos. Ahora, de nuevo, se nos abre la posibilidad de ver el mundo dentro del mundo: los Juegos de Tokio son una vida en miniatura, expuesta al microscopio escrutador del gran hermano audiovisual y digital que habitamos. Un parque temático de la realidad al que muchos, extranjeros deportivos, nos acercamos con la curiosidad propia de la mirada desacostumbrada y que, superado el mero espectáculo, recrea, como un «pantone» emocional, una gama de éxitos, fracasos, polémicas, esfuerzos e ilusiones tan intensas como si llegaran de las primeras contiendas de la Antigua Grecia. Con sus dosis de geopolítica (una atleta bielorrusa que busca asilo en Polonia), de amor (la esgrimista argentina que recibe una petición de matrimonio tras ser eliminada) e incluso de reivindicación social (con España redescubriéndose en la franqueza de Ray Zapata y Ana Peleteiro) marcadas, todas, por el debate sobre la esencia de la competición, sobre fortalezas y debilidades. La controversia que inició Simone Biles cuando se rompió y dividió a eso que se llama opinión pública en partidarios y detractores, entre quienes la elevaron por dejar traslucir su cansancio y quienes la censuraron por la flaqueza. Y en estas dos versiones, perfectamente compatibles, se reflejan los vaivenes del deporte y de la vida (o de la vida y del deporte): Biles ha vuelto a competir, ha logrado un bronce y nos ha recordado que todo estaba ya en el mundo clásico, convertida, ella, en una versión contemporánea de Alejandro Magno que, además de participar en unos juegos, también sufrió una pandemia.