Economía

Un centenario que no debe ser olvidado

Apareció en España una industria cada vez más corporativizada y cartelizada

Hace exactamente un siglo tuvo lugar una alteración clave y muy negativa para la economía española, nacida, precisamente, en Cataluña. El 24 de diciembre de 1920, el Banco de Barcelona cerró las puertas. Amadeu Cuitó Hurtado señaló, en su interesante obra «Quaranta anys d´un advocat»: «Parecía que se nos hubiera muerto un pariente». Esta expresión pasó a relacionarse, popularmente, con la noticia, sin la menor base seria, de que el Banco de España había abandonado al Banco de Barcelona porque había pasado a considerarlo un posible rival para el dual control del mercado crediticio español, situado, entonces, en Madrid y Bilbao.

Pero, en los medios de Barcelona se consideraba que, tras la crisis derivada de la febre d´or, toda conmoción especulativa que apareciese exigía al Banco de España una colaboración especial para impedir otro hundimiento del sistema crediticio catalán. Se difundía esta protesta, que exhibían los llamados catalanistas, con el dolor generado por la pérdida, en 1898, de la influencia empresarial y financiera catalana en Cuba y Filipinas.

Precisamente entonces, irrumpió en escena Cambó. En primer lugar, pasó a señalar que la crisis del Banco de Barcelona no era una quiebra, sino que se había generado por maniobras enemigas de Barcelona y radicadas en Madrid. Desde entonces, la influencia de Cambó reorientó la política económica española en lo que indicaba ser daño para Cataluña. Para ratificarlo, una persona vinculada con Cambó, José Bertrán y Musito, cuando fue Ministro de Gracia y Justicia en 1922, logró imponer que la quiebra, que era auténtica, se convirtiese en simple suspensión de pagos. Las tensiones políticas subyacentes del catalanismo en esos momentos fueron notables, y coincidieron con el salto financiero de Cambó, quien logró salvar parte notable de las inversiones alemanas en Sudamérica, con la operación DUEG-CATE-CHADE, pasando a sentarse en el Consejo de Gesfuerel, con el gran capitalismo alemán y su importante organización bancaria. La muestra de esta vinculación con Alemania la tenemos en esta anécdota famosa: Cambó quiso adquirir un Botticelli en Alemania. El director del Museo del Reich decidió que este cuadro no podía ser exportado; mas, cuando se enteró de que el comprador era Cambó, indicó lo siguiente: «Mi padre me había legado un paquete de acciones de CATE, que no valían nada. Hoy soy más rico que antes gracias a Cambó. Podría existir una solución … Está a la venta una tabla en Berlín y si ustedes la adquieren para nosotros, yo, Consejero del Reich, podré obtener del Mariscal Hindenburg un Decreto que autorice lo de ese Botticelli».

Por otra parte, las tensiones políticas en España, con el asesinato de Dato en 1921, hicieron que Cambó abandonase definitivamente las actitudes que había expuesto en el Teatro del Bosc, coronadas con aquella frase famosa: «¿Monarquía, República? ¡Catalunya!». Tras este abandono de aquella situación radical, Cambó y Maura pasaron a relacionarse de nuevo, como había sucedido cuando ambos se opusieron a Alba. Aceptó Cambó ser Ministro de Hacienda en el Gobierno de Maura el 14 de agosto de 1921, y esto produjo la puesta en marcha de la Ley de Ordenación Bancaria de 1921. Flores de Lemus se dio cuenta del inconveniente para España de este proyecto, el cual, asesorado por el profesor Bernis, pondría en marcha Cambó. Por carta a Maura lo documentó, pero la amenaza de Cambó de presentar la dimisión y alterar el equilibrio que Maura pretendía, produjo la salida como asesor del Ministerio de Hacienda de Flores de Lemus y el proyecto de Bernis no fue adelante. La nueva organización bancaria señalaba que en el Registro de Bancos y banqueros se recogía a los admitidos al redescuento en el Banco de España; quien no lo conseguía era palpable que podía darse de baja en la actividad crediticia; además, con la aparición del Consejo Superior Bancario, se ordenaba la banca española definitivamente, eliminando, en alto grado, la competencia. Recordemos la aparición del denominado Arreglo Moderador de la Competencia Bancaria. Nació, así, la Banca mixta española. Su complemento fue la creación, por Cambó, del Arancel de 1922, que hizo surgir en torno a España «una muralla china arancelaria» –bautizada, así, por Salvador de Madariaga–, a causa de críticas en la Sociedad de Naciones.

Apareció en España, como consecuencia de lo señalado, una industria cada vez más corporativizada y cartelizada, con una financiación bancaria fácil, en la que el Estado intervendría cada vez más con fuerza y que se agazapaba confortablemente, tras una defensa arancelaria muy alta.

Esos fueron los frutos venenosos de 1921, que duraron hasta 1959. Sus raíces, nacidas con Cambó en Cataluña, no pueden olvidarse en este centenario.