Opinión

¿Tiene futuro Podemos?

Los podemitas hoy solo son útiles a Sánchez. Son los extremistas que lo centran ante la opinión pública y el puente a los nacionalistas. Esto último funcionó con Pablo Iglesias hasta la formación de la «mesa bilateral» con los golpistas. Una vez constituido este engendro, Podemos sobró. No sirven siquiera para evitar la «pobreza energética» estando en el Gobierno. Las declaraciones de Echenique anunciando movilizaciones para presionar al Ejecutivo son de chiste.

El apropiarse de la bandera del feminismo tampoco le ha salido bien. La responsabilidad en el mantenimiento de la manifestación del 8-M de 2020, con todas las alertas pandémicas tronando, ha pasado factura. El vídeo de Irene Montero hablando de «medidas superdrásticas, tía, en otros países», fue demoledor.

El feminismo es un fenómeno muy complejo con muchas tendencias que Podemos ha conseguido enfrentar, llegando a verse choques en las calles entre grupos de tendencias diferentes. La «Ley trans» no cuaja, ni su Ley de sexualidad. Es decir; el género y el sexo no sirven a Podemos en las urnas. De hecho, es el partido menos votado por las mujeres.

Pablo Iglesias fracasó como vicepresidente de lo social, lo que supone que Podemos tampoco es hoy el protagonista en la vieja «cuestión social». No solo desatendió las residencias de ancianos, que Ione Belarra sigue sin visitar, sino que tampoco llevó las riendas de la «Agenda 2030». ¿Qué hizo? Aburrirse. Antes de irse fracasó en el 4-M madrileño, y dejó el partido hecho unos zorros, momento en el que heredó la dirección Ione Belarra.

Los sondeos confirman que sus electores prefieren ahora al PSOE e incluso la abstención. Cada vez pinta menos en territorios como Murcia o Andalucía, y nada en Galicia y el País Vasco. Han iniciado una gira para ampliar espacio electoral con el ánimo de sellar nuevas alianzas para las elecciones autonómicas y municipales de mayo de 2023. Por otro lado, tienen la esperanza de reactivar «los círculos» para evitar una caída mayor.

La única posibilidad de supervivencia, como toda la izquierda, es vender ecologismo socialista. Por eso han creado Alianza Verde. Es el único espacio electoral posible descartado el feminismo y lo social. Lo lógico hubiera sido aliarse a un movimiento ecologista amplio, pero nadie acepta ya la injerencia de los podemitas en sus organizaciones.

Iñigo Errejón se lanzó hacia el electorado roji-verde considerando que iba a tener un gran auge en los próximos años. Eso tampoco los coloca en la vanguardia. Los «verdes-verdes» es lo que se estila en Europa, donde pactan a izquierda y derecha, como en Alemania y Austria. No parece que Errejón o Belarra vayan a acordar nada con Pablo Casado, cuya estigmatización es el leit motiv de la izquierda actual, junto a Aznar y Rajoy.

Podemos ha dado la consigna a los suyos, tanto a cargos como a medios afines, que arremetan contra la ampliación de El Prat. Quieren que sea su partida de bautismo como partido roji-verde. No es que les importe hoy más esa zona que hace un mes, es que necesitan sobrevivir como organización perceptora de fondos.

No obstante, el principal obstáculo de Podemos para tener futuro es su directora, Ione Belarra. No tiene carisma, ni conocimientos, ni experiencia, ni presencia. Tampoco simboliza nada, como la lucha social, la femenina o la ecológica. No es una gran oradora. No ha sabido rodearse de un equipo poderoso, una especie de gobierno en la sombra. El protagonismo de Lilith Verstrynge, en evidente formación madurativa e intelectual, no es bueno.

La jefatura fue un regalo envenenado. Ningún caudillo quiere que su heredero le haga sombra. Pablo Iglesias colocó a títeres por debajo de él, y purgó a todo el que quiso despuntar por su cuenta. El resultado es que Podemos no parece un partido de combate, sino de la señorita Pepis.