Política

A ver si hay suerte

Sería hermoso pensar que gobierno y oposición van a ejercer su responsabilidad también en la búsqueda de soluciones comunes

Tiene la semana un aroma de reencuentro, como de crema solar amortizada pero aún perceptible, porque esta es la de los primeros pasos de lo que acaso frívolamente se llama la reapertura del curso político. En realidad, el curso político, en tanto da la medida de lo que los administradores de la cosa pública laboran por el bien común, no debería tener principio ni final más que en lo que son los plazos de legislatura, porque en verano el personal también tiene necesidades y problemas que no paran ni en vacaciones, pero está visto que puede más la tradición y el general relajo que la obligación y el compromiso continuado que requiere la administración de lo público. Y eso que este final del verano ha venido intensito. Salvo Sánchez, que ni siquiera cuando el mundo tiembla por lo de Afganistán considera necesario decir lo que piensa o enviar algún mensaje, el gobierno, y sobre todo Defensa, Exteriores, e Interior, ha tenido en las últimas semanas tarea de obligado cumplimiento que está solventando con más que aprobado. Desde la casi heroica decisión del embajador en Kabul, Gabriel Ferrán, de permanecer allí hasta que pueda salir el último de los evacuados, hasta la actuación sobre el terreno de las fuerzas de seguridad españolas allí destacadas buscando colaboradores para facilitar su evacuación, y, desde luego, la evacuación misma de quienes trabajaron con España o algún otro de los aliados, han sido y están siendo ejemplares. Cierto es que, como ayer decía la portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez, el papel de Sánchez es de dirección y coordinación, pero dejar protagonismo y apoyar la gestión de sus ministros o ministras es perfectamente compatible con algún tipo de aparición pública que ofreciera sensación de liderazgo y transmitiera un mensaje de tranquilidad y hasta solvencia a la ciudadanía. No cuesta tanto y seguro que sería rentable políticamente. Pero, claro, doctores tiene la Iglesia sanchista y seguramente sus asesores sepan de eso mucho más que este inexperto juntaletras. Alguien en Moncloa sigue pensando que el Presidente sólo debe salir para dar buenas nuevas, y en eso parecen mantenerse.

Con todo, lo mejor de esta reentrada se me antoja que son las flores que por primera vez en mucho tiempo se intercambian con testigos gobierno y oposición. Que debería ser lo suyo, lo natural, más aún en tiempos de crisis pandémica universal. Pero no parecía posible hasta hace nada, y ahora resulta que Pablo Casado afloja la presión y se pone del lado del gobierno en la crisis afgana –por lo menos eso ha dicho– y el gobierno le agradece el gesto como hizo ayer la ministra portavoz.

Con la que está cayendo y va a caer, anote usted además de Afganistán, covid, o resurrección de la crisis catalana –que también ha veraneado pero sigue ahí–, sería hermoso pensar que gobierno y oposición van a ejercer su responsabilidad también en la búsqueda de soluciones comunes.

Si eso fuera así, habría tenido sentido y motivo el que se hubieran ido de vacaciones. Si el verano hubiera propiciado que Casado y Sánchez pudieran empezar a entenderse en lo necesario –¿no han hablado el portavoz de los talibanes y el jefe de la cía?, todo es posible hoy– quizá empiece a revisar mi propia tesis de que en política las vacaciones deberían ser más que limitadas. Habrá que verlo.