Opinión
Afganistán y la mala conciencia de Occidente
Estados Unidos, la Unión Europea y la OTAN han sido desplazados de este nuevo Gran Juego dentro del conflicto mundial que vivimos
Cada día que pase irá disminuyendo el interés por Afganistán. Es lo que sucedió hace unos años cuando se produjo la invasión de Irak y el conflicto afgano pasó a un segundo plano. Esto permitió que los talibanes se fortalecieran y se multiplicaran los atentados. A esto hay que añadir el desprestigio por las muertes de civiles inocentes debido a errores en los ataques de las fuerzas de la OTAN. Por otra parte, no se consiguió consolidar un estado afgano y las acusaciones de fraudes electorales fueron constantes. Estos días es muy recomendable la lectura de El retorno de un rey. Desastre británico en Afganistán 1839-1842, de William Dalrymple (Desperta Ferro Ediciones). Es un libro siempre interesante y útil para entender una parte del Gran Juego, muy bien escrito y con la utilización tanto de fuentes británicas como textos afganos. El autor, refiriéndose a la situación a principios del siglo XIX, señala que «a pesar de su larga historia, Afganistán –Jorasán, como los afganos habían denominado a esta región durante los dos últimos milenios– había gozado solo en contadas ocasiones de unidad política o administrativa. Mucho más a menudo había sido una zona entre múltiples fronteras: un vasto territorio fracturado y disputado, formado por tramos montañosos, llanuras inundables y desiertos que lo separaban de sus vecinos, mejor organizados»
Es interesante como destaca que esa geografía y topografía había ido siempre en contra de la creación de un Estado sólido y permanente a lo que se añadía y añade la diversidad tribal y étnica. Las luchas tribales fueron una constante en su historia con una crueldad impresionante y sobrecogedora. La muerte no era suficiente para culminar una venganza, sino que comportaba, siempre que era posible, una tortura larga y terrible. Desde entonces han sucedido muchas cosas, pero la geografía sigue haciendo que sea un territorio casi imposible de conquistar, los mogoles prefirieron pagar para que pudieran cruzar las caravanas, y por supuesto de gobernar. La composición étnica está formada, aproximadamente, por pastunes (42 %), tayikos (27%), hazaras (9%), uzbecos (9%), amak (4%), turkman (3%), balah (2%) y otros (1%). A esto se añaden las diferencias religiosas que son, como se sabe, muy profundas. Una economía de subsistencia, escasas exportaciones, una corrupción impresionante, dependiente del tráfico ilegal de opio y las subvenciones occidentales. Miles de millones de dólares se han despilfarrado alegremente sin que hayan servido absolutamente para nada.
Durante el Imperio Persa fue una de las satrapías aquemenidas; Alejandro Magno atravesó el territorio en su marcha a la India y su lugarteniente Seleuco instaló una dinastía griega en Bactriana, hubo irrupciones de partos y escitas, príncipes indios y turcos reinaron en el valle de Kabul, la dinastía afgana de los Ghaznevidas reinó en Persia y la India entre los siglos XI al XIII, los mongoles sometieron el territorio en el siglo XIV y hasta el XVII fue asolado y oprimido tanto por ellos como por los persas. Hasta que pudieron derrotarlos e invadir Persia. La independencia llegó en 1747 con Ahmad Shah Abdali que levantó el imperio Durrani que acabaría con la victoria de los Barakzais, una dinastía que se mantendría hasta el golpe de Estado de 1973. Hubo guerras civiles, las tres anglo-afganas, golpes palaciegos, crímenes y violencia sin límites, conflictos tribales y étnicos, y fue un país manejado por Gran Bretaña en el siglo XIX dentro del juego de poder en Asia Central. En el siglo XX mantuvo la neutralidad en las dos guerras mundiales.
Este país tan fascinante como difícil de gobernar saltó por los aires, una vez más, gracias a la codicia política occidental. Fue la antigua Unión Soviética la que propició la caída de un rey demócrata que había promulgado una Constitución de corte liberal que permitió unas primeras elecciones legislativas en 1965. No había razones objetivas para deponer a Zahir Shah, salvo los turbios intereses de su primo Daud y sus amigos. El pueblo afgano vuelve a estar ahora abandonado a su suerte, sus conflictos internos y sus diferencias étnicas y religiosas, pero quizá mucho peor que en ocasiones anteriores porque los talibanes cuentan con la absoluta impunidad tras la derrota de Estados Unidos y sus aliados. Más allá de lanzar un dron como venganza y matar, presuntamente, a dos jefes del Daesh, se sabe que nada se puede esperar de una potencia en decadencia y un presidente que ha sido cobarde e incompetente. Afganistán seguirá siendo una pieza muy importante en el tablero geopolítico y habrá que ver cómo actúan los países que están más próximos como China, Rusia y Pakistán.
Lo que ha quedado muy claro es que Estados Unidos, la Unión Europea y la OTAN han sido desplazados de este nuevo Gran Juego dentro del conflicto mundial que vivimos como consecuencia de las peligrosas ambiciones de dominio que tiene China. No hay que olvidar que tiene todas las condiciones para conseguirlo y no parece que nadie pueda impedirlo. Es uno de los resultados de la brutal y humillante derrota de Washington. Es la victoria de los regímenes autoritarios que no tienen las limitaciones en política interior y exterior que condicionan a las democracias. Los presidentes chino y ruso solo se deben a sus pares, que son los que les apoyan desde unos politburó que están en un segundo plano pero no por ello menos poderosos. Les respaldan como caras visibles de sus respectivas naciones y son líderes fuertes que maneja con firmeza el poder político, económico y militar. Por supuesto, Xi Jinping es más poderoso, ya que su nación es más grande y cuenta con un ejército impresionante y disciplinado. Ni siquiera tiene oposición, pero no hay que olvidar que Putin es también muy peligroso. Hay un nuevo escenario, inquietante e imprevisible, pero estadounidenses y europeos solo tenemos buenas palabras.
✕
Accede a tu cuenta para comentar