Inmigración

Hombres

El mundo no ama, en general, a las mujeres. Y aún no sabe cuánto las necesita

Hemos descubierto a niñas y mujeres entre los refugiados, en este caso afganos, algo inusitado. Estamos acostumbrados a ver hombres solos: entre los inmigrantes suelen contarse poquísimas mujeres o niñas. En el Kabul talibán quedan colas interminables de personas ante las embajadas. Hombres. Otros llegan aquí desde Oriente, África… En la India existe una desproporción de población entre hombres y mujeres de más de 60 millones a favor de los hombres. El odio y desprecio hacia las mujeres, los abortos selectivos de niñas, infanticidios femeninos, la preferencia por los hijos varones, los feminicidios…, han conseguido que la población esté desequilibrada. Muchos adultos jóvenes tienen enormes dificultades, cuando no imposibilidad, para encontrar pareja femenina en ciertos países, algo que puede influir en el aumento de violaciones y delitos sexuales espeluznantes. Algunos de esos crímenes contra las mujeres trascienden fronteras debido a su inusual (o mejor dicho: cada vez más habitual) brutalidad. En condiciones normales, la naturaleza, que es sabia, hace que nazcan casi la misma cantidad de hombres que de mujeres, con un pequeño número extra de féminas para asegurar la reproducción y el reemplazo generacional. Pero mientras las mujeres se «empoderan» en Occidente, en la mayor parte del mundo siguen siendo ciudadanas de última categoría, y sus vidas valen considerablemente menos que las de un varón. La falta de mujeres es probablemente también un factor que empuja a la emigración a muchos hombres jóvenes, que se lanzan cada vez más, de forma masiva, a la conquista de Occidente. Uno de los graves problemas de los países receptores de esa emigración es, por tanto, que sea masculina casi exclusivamente. Ello desequilibrará la demografía de los lugares destinatarios de la emigración, como España, y pese a lo difícil que resulta acceder a datos oficiales reales (hay una velada, pero férrea, censura incluso en determinadas estadísticas públicas), la huella de esta tragedia demográfica comienza a pintarse –con mucho dolor– en las sociedades contemporáneas. Ver niñas y mujeres abandonando la tierra de nadie que es Afganistán, resulta sorprendente. Porque el mundo no ama, en general, a las mujeres. Y aún no sabe cuánto las necesita.