Pedro Sánchez

Sánchez, el gran bulero del Reino

Peor aún que sus bolas son los bulos que lanza compulsivamente a través de bots y trolls gubernamentales y de sus serviles sucursales mediáticas

Se llama Pedro Sánchez nuestro presidente? ¿Nació varón o hembra? ¿Es realmente Begoña Gómez su mujer? El inquilino de Moncloa es tan mentiroso, tan embustero y tan patrañero que uno ya duda de que su nombre realmente sea Pedro, que su género sea el masculino y que esté casado con Begoña Gómez. Lo digo porque se da tanto y tan frecuentemente de tortas con la verdad que lo único cierto en él es que es nuestro primer ministro, que mide 1,90 y que robó su tesis doctoral gracias a un negro. Todo lo demás es fake. Es, de largo, el presidente más pinochesco de la democracia. Una mala costumbre, la de la superchería verbal, que en países anglosajones lo habría situado hace tiempo fuera del cargo con serias posibilidades de estar procesado o condenado, impeachment de por medio. Sus mentiras se cuentan ya por centenas si no por miles: desde «si quiere se lo digo cinco o veinte veces, no pactaré con Bildu», hasta «no indultaré a los condenados por el 1-O, cumplirán íntegramente las penas», pasando por su «no gobernaré con Podemos, no dormiría tranquilo» o ese último «cuando acabe 2021 se habrá pagado de luz lo mismo que en 2018». Peor aún que sus bolas son los bulos que lanza compulsivamente a través de bots y trolls gubernamentales y de sus serviles sucursales mediáticas contra ese enemigo único que es la derecha «fascista, homófoba, racista, xenófoba y corrupta». Versión en la cual mete de lleno a Vox y veladamente al PP, por pactar con los de Abascal o porque sí. Que para esta chusma la realidad es lo de menos. Desde el averno, el cerebro de la propaganda que llevó a Hitler al poder, el asesino Joseph Goebbels, debe estar relamiéndose de gusto al ver en acción a un alumno tan aventajado. Mucho más peligrosas que las patrañas sanchistas son las campañas que urde e implementa cada dos por tres vía redes sociales o por periodistas y medios de cámara interpuestos. La más cantosa es la que lleva soportando dos años Ayuso, de la que han deslizado falsariamente que está «loca», que si no es lerda poco le falta, que dejó morir a los ancianos en las residencias y que está enfangada en la corrupción. El culmen en forma de bulo de su psicopática obsesión por la presidenta madrileña llegó durante la campaña electoral con la navaja recibida por Reyes Maroto. El pollo que montaron fue de los que hacen época: el agitprop socialcomunista daba a entender que Madrid era poco menos que la Roma de Mussolini o el Berlín hitleriano. Pronto se comprobó que el machete que nos exhibió la ministra de Industria, ampliando desvergonzadamente la foto, era una minicheira y que, para más inri, la había remitido un esquizofrénico. Ahora han vuelto a repetir jugada para demonizar a Vox y a esa Ayuso a la que si pudieran eliminarían físicamente. No hubo agresión homofóbica, la manada sólo existía en sus calenturientas mentes y Belcebú Marlaska continuó dando hilo a la cometa cuando ya sabía que el denunciante se lo había inventado. Estos satrapillas pensaban que se cumpliría el axioma de su ídolo Goebbels, «una mentira repetida mil veces acaba convirtiéndose en verdad», pero olvidaron que el refranero español es mucho más sabio: «La mentira tiene las patas muy cortas».