Política

No a Madrid 2036

Se trata de un pésimo negocio para los ciudadanos

Ciudadanos ha terminado por desdibujarse tanto que parece desesperado por buscar golpes de efecto que le permitan acaparar algunos titulares en prensa. La última ocurrencia ha provenido de la vicealcaldesa de Madrid, Begoña Villacís, al defender la necesidad de resucitar el sueño (¿la pesadilla?) olímpica de Madrid para el año 2036. Felizmente, el alcalde José Luis Martínez Almeida le ha enmendado la plana descartando que vaya a plantearse de momento ninguna candidatura para tal fecha. La obsesión de algunos políticos madrileños para traer las Olimpiadas a la capital de España resulta inexplicable salvo desde la óptica de engañar a los votantes y congraciarse con aquellos lobbies empresariales que sí se lucrarían de las mismas. Y es que, en un célebre artículo académico, titulado Going for the Gold: The Economics of the Olympics, los economistas Robert Baade y Victor Matheson estudiaron los beneficios económicos que les reportaron los Juegos Olímpicos a las ciudades organizadoras, y los resultados fueron deprimentes. Por un lado, los gastos en infraestructuras se movieron en una horquilla entre los 7.000 y los 15.000 millones de dólares (por ejemplo, los Juegos de Río costarán 11.000 millones, los de Londres costaron 11.500, los de Atenas, 14.000 y los de Barcelona, 16.000: todo ello en dólares con poder adquisitivo comparable de 2015). Por otro, los ingresos directos no alcanzaron ni siquiera los 3.500 millones de dólares, y los indirectos, por mucho que traten de ser exagerados por los políticos y burócratas promotores de las Olimpiadas, fueron más bien escasos: el turismo incluso se vio negativamente afectado en ciertos casos (Pekín y Londres recibieron menos turistas que en otros años); las instalaciones deportivas resultaron demasiado especializadas como para reaprovecharse intensivamente en el futuro (salvo excepciones); y la imagen de marca internacional de la ciudad no se vio especialmente impulsada (salvo cuando se trataba de una ciudad del todo desconocida en el panorama global). En conjunto, pues, se trata de un pésimo negocio para los ciudadanos pero de un excelente negocio para aquellos políticos que, merced a los Juegos, consiguen durante unas semanas acaparar todos los focos mediáticos del planeta.