Volcán

Realidad insistida

El periodismo audiovisual actual ha copiado de las ficciones la manera de guiar las emociones del usuario y quizá debería haber buscado modelos para esa tarea en otros sitios.

La erupción volcánica de Canarias está poniendo en evidencia las debilidades e inercias de nuestros medios de comunicación. Uno de los afectados, entrevistado en una televisión, lo dejó meridianamente claro. Para ustedes, dijo, puede ser un espectáculo, pero para nosotros es un drama que destroza nuestras vidas.

El periodismo audiovisual actual ha copiado de las ficciones la manera de guiar las emociones del usuario y quizá debería haber buscado modelos para esa tarea en otros sitios. En casos tan traumáticos como el que está sucediendo en La Palma, uno echa de menos las informaciones del clásico escriba, aquel que llegaba después de que acabaran de pasar los hechos y se ponía a hablar fríamente con personas y testigos. Echamos en falta un Chaves Nogales, vamos, y resulta inevitable preguntarse porque no ha aparecido un espécimen así para la cámara cuando existieron tantos y tan buenos con la pluma.

Quizá sea todavía demasiado pronto, porque todos sabemos de antemano que cuando vaya Jordi Évole a visitar el cono incandescente no será lo mismo. Lo visual sigue atrapado en sus propios trampantojos. Se habla mucho ahora, por ejemplo, de la realidad aumentada y, observado ese sintagma con atención, se descubre que a lo que hace referencia es simplemente a la concentración. Todos hemos tenido momentos de especial atención de la percepción en que, por un momento de concentración producto del interés o la intensidad, todo se percibía más vivo, más luminoso. Pero ese efecto emocional tiene que ver con la concentración y no con ningún tipo de aumento de tamaño. Lo único que hace es poner el foco en algo, que es lo mismo que hace nuestra concentración cuando algo nos interesa, nos emociona o nos arrebata especialmente. A esa imitación de nuestras oscilaciones perceptivas y emocionales, hecha con infografía y colorines, se le llama «realidad aumentada» y, francamente, me parece una pretensión excesiva porque ni es realidad ni ha cambiado de tamaño. Debido a ello los volcanes parsimoniosos se resisten a ese tratamiento. Porque las cámaras de «slow motion» estarán muy bien en Fórmula Uno, pero resultan de una morosidad redundante cuando hay que retratar una lengua de lava.