Política

Y después de los fastos, ¿qué?

Casado ya parece tener el volante del partido en sus manos. Y no es cosa menor, pero no es toda la cosa

Pablo Casado ya tiene su foto de la unidad. El partido se ha conjurado para propulsar al líder hacia La Moncloa. La convención nómada ha recorrido España, con sus aplausos, sus loas, sus abrazos, sus entusiasmos, sus discursos –incluidos unos cuantos perfectamente prescindibles por incomprensibles–, sus imágenes televisivas, sus estrellas del rock –léase Isabel Díaz Ayuso–, sus expresidentes del Gobierno y sus presidentes autonómicos. Todo en orden. Como ha durado una semana, en la convención no ha faltado de nada, incluidos momentos delirantes con debates extraviados que poco bien le hacen al PP. Pero el primer objetivo era que Casado recibiera el empuje de sus fans y de quienes no lo son tanto. Misión cumplida… más o menos.

Esta parte, a pesar de tener una notable complejidad, es la menos difícil. Casado cumple tres años al frente de un partido que se sintió demolido por la derrota de Rajoy en la moción de censura de 2018, y es lógico que al nuevo jefe le haya costado controlar la sala de máquinas frente a quienes no se fían de él o, incluso, aspiran a ver cómo se derrumba. Fuego amigo. Pero, con muchas trancas y muchas barrancas, Casado ya parece tener el volante del partido en sus manos. Y no es cosa menor, pero no es toda la cosa.

Terminados los fastos de los últimos días, ahora empieza el resto de su vida como líder del PP y aspirante a gobernar España. Y hay un postulado determinante: no se puede confiar el éxito -o, al menos, no se debe- a ser la única alternativa electoral factible a Pedro Sánchez. Casado encarna, sin duda, esa alternativa única posible, y tal condición es imprescindible para disponer de opciones de victoria en las urnas y sacar a tu rival del poder. Pero no servirá para gobernar: para gestionar los muchos problemas que España necesita resolver.

A partir de esta convención, el PP de Casado tiene la obligación y la necesidad de construir un proyecto político que vaya más allá del postularse como el «antisánchez». Porque, quizá, haya ciudadanos que exijan alguna cualidad más para conceder su voto.