Pedro Sánchez

Gafe y paleto

Que Sánchez es gafe ya lo hemos acordado hace un par de semanas en esta misma columna. No sé, la verdad, cómo sigue haciendo viajecitos a La Palma: el volcán nunca se serenará si este sigue personándose para aparentar interés. El tipo no lleva más que desgracia allí donde se presenta. Por algo Biden y el Consejo de Seguridad Nacional norteamericano ha dejado a España fuera de los treinta países que van a confluir como “estrechos aliados” en una cumbre contra los ciberataques, con Francia, Italia, Irlanda o Alemania a la cabeza. A España no se la toca ni con un palo mientras el paleto siga como presidente del gobierno. Sí, paleto fue uno de los apelativos que le espetaron los asistentes al desfile de las Fuerzas Armadas del pasado día 12 mientras él se resguardaba en toda su cobardía detrás de las anchas espaldas de Felipe VI. De poco le sirvió, porque los gritos no cejaron. Le faltó la gallardía que le sobra al Rey para aguantar los abucheos que le propinan los socios de este sucio gobierno –perdonen el fácil juego de palabras-, cuando los separatistas le pitan en un estadio de fútbol o en un acto oficial en Cataluña. Pero es igual, era Madrid y aquí lo único que cuenta es niña Isabel Ayuso, la referente única de la política que se desea en el resto de España, incluida su parte noreste como quedó demostrado en Barcelona, y también la juvenil presencia de la infanta Sofía, alta y espigada, rubia y con la sonrisa en los ojos, muy Borbón y muy Grecia.

Pero volvamos a Sánchez porque asegura y garantiza que España tendrá suministro de gas suficiente para afrontar el invierno. Preparémonos para disponer hogueras en las esquinas, como las prostitutas de Milán, porque lo que dice no solo es mentira sino también que, al ser gafe, será justamente lo contrario. De lo que se libra, por el momento, es de detallar sus viajes privados en aviones y helicópteros oficiales, si bien la Audiencia Nacional ha rechazado ya el tercer recurso de Presidencia que oculta esta información pública desde el principio de su mandato “por razones de seguridad”, pero el tribunal le reitera que debe ofrecer datos básicos y le condena una vez más a pagar las costas judiciales. También ha de justificar el disfrute de él y sus amigos en las residencias de Doñana y Lanzarote porque no sólo oculta cuando y cuántos ha llevado, sino también lo que allí se gastó a cuenta del presupuesto.

Luego está lo de María Jesú Montero -una amiga la define por su aspecto como una echadora de cartas a quien solo le falta ponerse unas monedas por la frente-, que muy jacarandosa presenta los presupuestos generales del Estado, asegurando que son los primeros pero no serán los últimos, sonriendo a las colegas que la rodean, en los que el presidente y sus ministros se suben el sueldo, con una asignación disparatada para algunos y muy menguada para otros como Madrid. ¡Ay Madrid, Madrid! ¿Qué tendrás tú, bella ciudad, bella región, que tanto te envidian y tanto te codician?

CODA. Escribo estas últimas líneas mientras me doy los últimos toques de rímel para salir corriendo hacia el palacio de Montjuic a la entrega del Premio Planeta, en presencia de los Reyes. Este año el ganador se lleva un millón de eurazos del ala. Más que el premio Nobel. ¡Quien los pillara! Allí me reencontraré con colegas escritores y periodistas, como cada año. Es la gran fiesta de la cultura en lengua española con buenos recuerdos y muchas añoranzas. En la próxima columna les contaré. Ahora, voy con prisa.