Terrorismo yihadista

Alcaldesas del DAESH

Ver en un video el espectáculo de derribar una Cruz al más puro estilo talibán, mientras una anónima grabadora proclama eufórica «¡a tomar por c…!», debería inducir a la reflexión. El bochornoso suceso materializado por orden de la socialista alcaldesa del municipio de Son Servera del Consell de Mallorca, muestra el nivel de odio y de ignorancia que la descristianización ha alcanzado en nuestra sociedad. Sin perjuicio de que se produzcan las consecuencias políticas y legales que procedan ante tan obsceno espectáculo, –si es que se sucede alguna– lo ocurrido induce a la reflexión. Por una parte, no se puede disociar este suceso talibán de la creciente apostasía del Occidente antaño cristiano, como ya denunciara S. Juan Pablo II en 2002 en especial referencia a Europa, hablando de una «apostasía silenciosa», pero que en España cada día es más ruidosa y violenta y va tomando cuerpo a pasos agigantados. Si en cualquier nación y sociedad esa pérdida tiene consecuencias muy negativas para los particulares –que se juegan el alma, con perdón– también sale perjudicada y dañada la convivencia por la pérdida de valores éticos y morales que conlleva, como ya lo entendió muy bien el mismo Napoleón, llevándole a firmar un Concordato con la Santa Sede en 1801, y pedir ser coronado Emperador por el mismo Papa en la catedral de Notre Dame.

Hace unas fechas ya tuvimos ocasión de glosar un espectáculo semejante en un Trípode titulado «La Cruz en el vertedero». Desde entonces, la situación no ha hecho sino empeorar con el Gobierno socialcomunista –intentando disfrazarse de socialdemócrata– que ha posado su mirada en la majestuosa Santa Cruz que preside la Basílica de El Valle de los Caídos.

No podemos obviar que para España las consecuencias de la descristianización social tienen una traslación a nuestra identidad nacional, lo que no sucede en el común general de otros países, que no tienen tan intensamente asociado como nosotros el cristianismo en el devenir de los procesos de construcción de sus realidades nacionales e históricas.

Así lo entienden ilustres historiadores y pensadores patrios –desde Sánchez Albornoz hasta Menéndez Pidal, pasando por Julián Marías y García Villada, entre otros– que en su «Idea de España» lo desarrollan con ejemplar rigor histórico. No es casual que precisamente en zonas donde abundan nacionalismos identitarios y particularistas, decrezca el sentimiento patriótico español en paralelo a la pérdida de la fe y el aumento del ateísmo y el agnosticismo, como señalan todas las encuestas.

La apostasía y el anticristianismo quedan patentes ante hechos como éstos, llevados a cabo por alcaldesas de los partidos del feminista y socialcomunista Gobierno de Sanchez, que parecen propios de los talibanes del Daesh.