Julio Valdeón

Endulzar sapos, azucarar mojones

Las relaciones del PSOE y Podemos se complican por un lío con un diputado. Y yo, que sospecho de las condenas cuando sólo contamos con el testimonio de la víctima, por más que el tribunal verifique la ausencia de incredibilidad subjetiva, la verosimilitud y la persistencia en la incriminación, flipo cuando descubro a los de hermana-yo-sí-te-creo reclamar algo más que la siempre inquietante palabra contra palabra.

Una ministra, Ione Belarra, acusa de prevaricar a los jueces del Supremo. Un premio de periodismo La Lupa, faro imprescindible del encefalograma intelectual español, o sea, Pablo Iglesias, perora sobre la involución democrática. Otro cabecilla del populismo, Rafa Mayoral, diputado, escribe que «muchos demócratas sentimos vergüenza viendo cómo Batet, a toda prisa, destituía a un diputado sin emitir ninguna resolución fundada en derecho y viajaba a Asturias a rendir pleitesía a la Corona». Demócratas, dice. Qué grande.

Lo psicodélico no es que salten chispas entre los socialdemócratas y la amalgama de peronistas interseccionales, sino que no suceda más a menudo. Resulta grotesco que el PSOE haya admitido como animal de compañía en el Consejo de Ministros a una formación incendiaria, que ha vuelto a poner de moda la violencia política (escraches) y que discute lo mejor del legado del PCE, defensa de la ley de amnistía, etc., acogiéndose a las tesis infamantes de los de la lata de gasolina. Lo siniestro es que Podemos haya desfilado este fin de semana por las calles de San Sebastián del brazo de Bildu. Para pedir el acercamiento de los carniceritos de ETA al País Vasco. Una pretensión legítima. Pero contaminada en cuanto paseas con quienes justifican los asesinatos, Con los defensores de un proyecto antidemocrático, por no decir un genocidio. Lo miserable es que desde los medios afines a Pedro Sánchez algunos hoy hacen mohínes más o menos inquietos, como de repelús, cuando llevan años encamados con unos caraduras que van de subversivos con causa, de militantes progresistas y amigos de las causas justas, al tiempo que su programa político comprende la destrucción de un entramado constitucional, que detestan por liberal y garantista.

Para asumir las dimensiones de su comedia bastaría con recordar que ayer mismo, lunes 25 de octubre de 2021, Sortu, al que blanquean desde hace meses, comentó en redes sociales que «En un día como hoy, nuestro vecino Jabi Goitia, KABI, de Deusto, murió en un accidente de combate. Sus luchas y sueños perduran entre nosotros. ¡Porque estamos!». Huelga decir que Javier Goitia Elorza, de 29 años, miembro del comando Txalaparta, falleció al estallarle una bomba que manipulaba. «Sus luchas y sueños» en aquel 1991 facilitaron el asesinato de 46 personas, entre guardias civiles, policías, militares, hijos de guardias civiles, policías y militares, vendedores ambulantes, gerentes de bares, paseantes y etc. Sus «luchas y sueños» comprendieron la muerte de María del Coro Villamudría Sánchez, de 17 años, abrasada viva delante de su familia, mientras el padre y 3 hermanos resultaban gravemente heridos, así como las muertes de María Pilar Quesada Araque, Ana Cristina Porras López, Rosa María Rosa Muñoz, Vanessa Ruiz Lara, de 8, 10 años, 14 y 11 años, todos ellos despedazados por el coche bomba contra la Casa Cuartel de Vich, donde murieron otras 6 personas. El 7 de noviembre de ese mismo año ETA asesinó en Erandio, Vizcaya, al niño de 2 años Fabio Moreno. Pero las «luchas y los sueños» de KABI, ajá.

Hay ecos de pelea entre el PSOE y Podemos. Entre los supuestos defensores de un último reducto de la higiene moral en Moncloa y los mayordomos de ERC, Bildu, etc. Será la lucha por la carroña. Las tragaderas del sanchismo son las de un buitre. No digamos ya las de los penenes reconvertidos en subcomandantes de Lacandona en Lavapiés. Su gula de poder sanciona cualquier pacto, engrasa los peores cambalaches, sacraliza traiciones y engulle líneas rojas. No hay sapo incomible ni mojón intragable si vale para graparse al BOE.