Educación

Estudiar es de fascistas

Si no hay demérito en suspender, ¿Cuál es el mérito de aprobar?

Los alumnos podrán pasar de curso con suspensos. Están dejando la educación pública para entrar a vivir. De chaval me gustaba el concepto de aprobado general más que comer con los dedos. Y que se suspendiera la clase. Si hubieran volado el colegio, lo hubiéramos celebrado. Una vez, los artificieros explotaron una maleta sospechosa en el patio, que era la calle, pero esa es otra historia. Una clase suspendida era una victoria porque en cada chaval hay un pequeño revolucionario anarquista. Tuvimos un pobre profesor sustituto y le montamos el Mayo del 68: volaban los estuches, papeleras volcadas, barricada de abrigos… Cada uno gritaba lo suyo, consignas sin sentido que no se distinguían de las otras consignas sin sentido. Me acuerdo de ese profesor quieto con los ojos muy abiertos, paralizado por el pánico mientras un amiguito dibujaba un pene en la pizarra y otro saltaba encima de su mesa haciendo gestos obscenos. En mi colegio se contaba que una vez un profesor ordenó enfadado: “¡El cuarto banco a la calle!” y tiraron el banco por la ventana. Todos los niños son el Cojo Manteca, y está bien, pues los niños se rebelan contra el orden establecido que impone su poder sobre ellos como después impondrá su poder sobre ellos la puñetera vida, y ahí te quiero ver. De alguna manera, aprobar y ser un coco era la única herramienta que tenían los de abajo para llegar arriba, aunque fuera de aquella manera. El mérito era algo que no se cuestionaba. Este tipo tenía mérito. Ahora me pregunto, si no hay demérito en suspender, ¿Cuál es el mérito de aprobar?

Los niños pasarán suspendiendo porque estudiar es de fascistas. ¿Qué es un suspenso?, se preguntan. ¡Un constructo, una convención! ¿O es que pretendéis hacer llorar a los niños que sacan malas notas? No, que sean unos zotes, pero felices, sin nociones de filosofía, de matemáticas, estúpidos como esferas perfectas . Están oprimiendo con la tabla de multiplicar, o acaso dos más dos son cuatro y tres mas dos son cinco, pero esa es tu realidad, y puede haber otras. Y la literatura, la lengua y todas esas reglas de ortografía que subyugan al pequeño de la ‘kasa’, por no hablar de la filosofía, el rollo del mito de la Caverna, y ‘Asi habló Zaratustra’, que podría haber hablado de otra manera.