Ada Colau
Demagogia «okupa»
Barcelona tiene el honorífico récord de ser el municipio español y uno de los más destacados europeos con mayor nivel de «okupaciones»
Ada Colau, una de las «madrinas» del encuentro que hace unas semanas daba en Valencia el pistoletazo de salida para la conformación de esa plataforma a la izquierda del PSOE que pretende ahormar Yolanda Díaz, difícilmente puede jactarse de haber hecho realidad muchas de sus promesas electorales lanzadas al viento en forma de confeti y como tal disipadas por la propia ley de la gravedad, pero sí hay una que –a cada cual lo suyo– ha cumplido de punta a punta, por desgracia dicho sea de paso para la generalidad de la ciudadanía barcelonesa. Colau llegó a la alcaldía impulsada desde la izquierda antisistema, pero sin despertar excesivos recelos en la por entonces renqueante izquierda convencional, con el currículum de activista aventajada contra los desahucios y con el compromiso de no poner precisamente trabas –más bien todo lo contrario– a la actividad delictiva que supone la ocupación de inmuebles de propiedad ajena. Hoy, gracias a la filosofía del «mal menor» defendida por el fichaje «estrella» de Ciudadanos Manuel Vals que permitió a Colau repetir gobierno, Barcelona tiene el honorífico récord de ser el municipio español y uno de los más destacados europeos con mayor nivel de «okupaciones», gracias a las políticas de permisividad y tolerancia de la primer edil, con datos tan especialmente indicativos como el numero superior a los doscientos menores de edad entre los «okupantes» sobre los que los servicios sociales del consistorio parecen solo silbar mirando hacia arriba.
Pero una vez más –y ya van varias– cuando la realidad pone contra las cuerdas a una alcaldesa con ínfulas cada vez más indisimuladas de salto a la política nacional, como es el caso de la trágica muerte por incendio de cuatro miembros de una familia en un local ocupado sin garantías legales, su reacción es arrojar toda la responsabilidad sin rubor alguno sobre la entidad bancaria propietaria del inmueble, así de fácil y de torticero soltando toda la tinta de calamar para enturbiar más si cabe un luctuoso episodio sobre el que el primer interrogante es porqué los servicios sociales que según la lideresa de los comunes habían supervisado a esta familia no repararon en las lamentables condiciones en las que vivían un bebé y un niño de tres años. Colau –en línea con el argumentario populista, sea de izquierdas o de derechas– no duda en despejar a raquetazos cualquier pelota molesta de su gestión con tal de mantener incólume un aura, que no se le acaba de evaporar debido a la ausencia de otras alternativas políticas. Pues sí, éste será uno de los puntales del «ilusionante» tsunami Díaz.
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