Reyes Magos de Oriente

Felices Reyes

Eso sí, le pide uno a los Reyes de la tricefálica que el año que viene lleven también las vacunas a quienes aún no tienen ni la primera cuando en el norte vamos ya por la cuarta

Ya rozamos el fin de las navidades, amigo lector o lectora. Esta noche, la última cena de familia alrededor de la monarquía tricéfala que no se atreve a cuestionar la izquierda o la derecha republicanas –como tampoco osan hacerlo con los Sanfermines los muy animalistas dirigentes de Bildu–, y después todo esto habrá terminado. Un año más, o un año menos, según se mire.

En las vísperas, nos ofrece la economía el regalo impagable del descenso del paro. Muy buena noticia. Más aún si se miden, como Trabajo se encarga de señalar, las magnitudes presentes con las de antes de la Pandemia. Y aún así salimos ganando. Eso es síntoma de que la economía se mueve en la buena dirección. La economía, conviene también recordarlo, no es solo el gobierno y sus políticas –hay que saludar, desde luego, la de los ERTES que ha consagrado a Yolanda Díaz– sino, sobre todo, ese tejido social español del empresariado, en especial el pequeño, y los autónomos, que sigue tirando del carro a pesar de que las ayudas no llegan como deben y las promesas las diluye a menudo el tiempo y la burocracia. Pero lo cierto, lo que no está en cuestión y, repito, es saludable y hemos de aplaudir, es que estamos en niveles de empleo que nos remiten casi a principio de este siglo, y que el paro terminó el año con una caída de casi 800.000 personas. Quizá eso explique que la nueva reforma laboral no haya derogado la anterior, ni siquiera revisado en exceso sus puntos principales. Puede que no estuviera tan mal si pese a lo que nos caía encima, España siguió generando empleo.

Pero hay carbón también para esta noche. El de la inflación. Ese casi siete por ciento con el que arranca el año nos remite a aquel lejano pasado en el que el dato de precios, el IPC, era referencia mensual obligada en los informativos y la prensa. Nos habíamos olvidado, y ahora a cuenta del gas y la energía –lo del carbón no es en esta ocasión una metáfora para decolorar los sueños infantiles de los «niños malos»– estamos viendo y sufriendo cómo los precios crecen. Ya los economistas dicen que esto no es coyuntural, que al menos medio año seguiremos así, y no parece que el crecimiento del mercado laboral vaya a contribuir a recortar la inflación. Aunque para eso doctores tiene la Iglesia cuya docta opinión y explicaciones serán de más valía que la de este escribidor.

No hay moraleja ni siquiera crítica en la exposición de estas luces y sombras que nos envuelven en un día como hoy. Simplemente una llamada a blindarse frente al optimismo de quienes creen que esto está ya resuelto, y el negacionismo de los no interesados en que se vayan resolviendo los problemas. Hablando de negacionismo, sigue la realidad mostrando que las vacunas eran y serán la mejor herramienta para parar la covid en cualquiera de sus variantes y mutaciones, al menos de momento. Eso sí, le pide uno a los Reyes de la tricefálica que el año que viene lleven también las vacunas a quienes aún no tienen ni la primera cuando en el norte vamos ya por la cuarta. Porque no es justo y porque terminará volviéndose contra nosotros.

Felices Reyes.