Política
Sánchez, ahora, intenta besar menos
Sánchez, que solo piensa en seguir en la Moncloa, ya prepara el terreno para las elecciones de 2023, o antes
George Sand (1804-1876), pseudónimo de Amadine Aurore Lupin, escribió aquello de que «el beso es una forma de diálogo». La autora romántica no pensaba, sin duda, en la política, pero en tiempos de pandemia y multipartidismo, los besos políticos proliferan. Pedro Sánchez los ha utilizado, con más o menos satisfacción y abundante promiscuidad, para llegar a la Moncloa y luego para mantenerse en el poder. Hasta ahora. «Cuando los hechos cambian, yo cambio de opinión», explicaba Keynes. El presidente del Gobierno, que sí conoce esa cita del economista británico, es un profesional del cambio de opinión, aunque el abuso de esa práctica haga que su credibilidad, incluso para muchos de sus seguidores, sea mínima. Los estudiosos del comportamiento presidencial, incluidos partidarios y detractores, creen haber detectado en las últimas semanas señales que indicarían que Sánchez empieza a virar. El equipo de estrategas que le rodea en la Moncloa sólo tiene un objetivo y sólo se ocupa de una cosa, la preparación –hay que hacer las cosas con tiempo– de las próximas elecciones generales que deberían celebrarse a finales de la 2023, pero pueden adelantarse. El líder el PSOE no quiere improvisaciones. Aprendió el valor del trabajo diario, cuando tuvo que remangarse para ganarle el pulso a Susana Díaz, algo que sublimó con su ex-asesor, Iván Redondo. El presidente sabe que debe soltar el lastre de sus compañeros de legislatura y, sobre todo, en el futuro no quiere volver a tener que depender de ERC, de Junqueras y Rufián, y de algunos otros. Sabe que esa proximidad con los «indepes», descrita por algunos en Cataluña como besar a todos en casi todas las ocasiones, no le da votos y empezará a rectificar. La primera señal, dicen los sanchólogos, ha sido que tenga menos prisa en reformar la ley para reducir las penas del delito de secesión. Sería el principio de un ciclo electoral que se presenta complicado, pero no imposible y en el que también le viene bien la bronca con Garzón, el ministro de no se sabe bien qué y que no se baja del burro en su postura antiganadera y que obliga a Yolanda Díaz a apoyarle. En resumen para Sánchez ha llegado la hora de no darse tantos besos con tanta gente, aunque sean una forma de diálogo, no como el que imaginaba Sand, sino político.
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