Opinión

Cerebro cochino

Dicen que al año se sacrifican más de 50 millones de cerdos, carne cochina en la cresta de la ola por lo que le soltó Alberto Garzón a los ingleses y lo que quisieron entender los estadistas que buscan adhesiones en la sección «cárnicas» de ese supermercado llamado elecciones. No hay quien nos ponga de acuerdo a los españoles ni para comernos a gusto un bocadillo de jamón, porque antes de meterle el primer bocado ya nos hemos peleado por ver si el pan y la loncha vienen de tu pueblo o del mío.

Pedro Sánchez no encuentra la receta definitiva para cuajar el escabeche de un Gobierno que hace aguas, otra vez, a los dos años de vida en el chiringo. Les pasó lo del bocadillo, porque no paran de darle pellizcos a la telera del otro y así no se puede.

Dicen también, volviendo a los guarros, que el corazón del marrano le sirve a un hombre para vivir, lo que sería una oportunidad médica inédita y un hito para los desalmados. Ya muchos hablarán de igual a igual. Aunque no han especificado si la especie gorrina le va mejor a unos que a otros, debo reconocer que me sienta mejor la ibérica por si necesito alguna vez que me pongan la patata del puerco. Tampoco me importaría saber si en el futuro el cerebro también es recambiable o no.

Los test caseros van a tener un precio fijo de casi tres euros, cosas de las rebajas de enero, después de vender 21 millones al precio de las acedías de Sanlúcar, sin que nadie tuviera el seso de rebajarlos cuando más falta hacía. Menos mal que estamos en un momento anticapitalista de la Historia, que si no Garzón mío.

Nos robaron la cartera con el palito en la nariz, un nuevo escándalo, como los de la primavera del 20, pero sin Simón y sus pintas. Cuando nos pongan el cerebro cochino nos sentiremos plenos, como puercos, enfangados en una macrogranja llamada España.