Internacional

Volver a la ventana de oportunidad de 1991

Hay que volver a tender puentes con Rusia y aproximarla a Europa con la que estuvo unida durante siglos

Desde la extinción del Pacto de Varsovia en mayo de 1991 y de la URSS en otoño de aquel año hasta el año 2008, inicio de la crisis financiera y económica mundial, hubo una ventana de oportunidad única de fortalecer las relaciones entre Rusia y Europa.

Los jóvenes rusos eran mayoritariamente pro-europeos y deseaban pertenecer al mundo occidental y no estar a caballo de oriente y occidente como les demandaba la geografía. Pero aquella oportunidad se perdió y no por culpa de Rusia. La sociedad pro occidental rusa pudo ver la espalda de la UE y no sus brazos abiertos. Sin entender esto, no se comprende el respaldo mayoritario de la población rusa a su presidente actual y a su gobierno.

Desde 1991 Rusia era un estado en transición que quería participar en la evolución de Europa. La incipiente e imperfecta democracia rusa, cuántas hay en el mundo, precisaba entonces del apoyo, cooperación e impulso desde Europa para quitarse definitivamente los recuerdos de su pasado bolchevique y comunista. Pero esto no sucedió.

El reconocimiento de la comunidad internacional en 2008, salvo España, de Kosovo, estado artificial, alertó a Rusia de que Occidente no era de fiar y había que preocuparse por la hipocresía de algunas naciones occidentales.

Como reacción al ataque ese mismo año Rusia invade el norte de Georgia, y como consecuencia de las acciones de la UE de asociar a Ucrania a la Unión a partir de ese año, respondió con la anexión o recuperación de Crimea en 2014. Nikita Kruschev, presidente de la URSS y ucraniano de origen, había regalado en 1954 la península de Crimea a Ucrania por motivos nada claros. 60 años después el Kremlin derogaba aquella decisión. Es preciso saber que el Rus de Kiev es el origen posterior de Moscovia y de la iglesia ortodoxa rusa. A pesar de la estrecha relación con Rusia, Ucrania desde 1991 ha oscilado entre Occidente y Rusia creando desconcierto en unos y otros.

Desde 2010 Rusia ha constatado la doble vara de medir de Occidente. Siendo Gran Bretaña y los EEUU las naciones con más intervenciones militares en otros países desde la II GM, en 2014 reaccionaron enérgicamente ante la recuperación de Crimea por Rusia. Las sanciones occidentales no se hicieron esperar perjudicando y debilitando especialmente a la UE y a Rusia y no tanto, o más bien poco, a los EEUU.

La reacción rusa no se hizo esperar utilizando todo tipo de ataques cibernéticos inaugurando la guerra en el dominio electrónico, recientemente reconocido en la Estrategia Aliada y española. El proceso electoral en EEUU y el referéndum ilegal en Cataluña fueron objetivos especiales de la desinformación en ese dominio. Rusia además estrechó las relaciones con China reforzando sus lazos con esa potencia emergente y debilitando la relación con Europa y Occidente. Como consecuencia, el observador que ha salido fortalecido del contencioso Rusia, Occidente y EEUU ha sido China por el momento.

Otra reacción de Rusia fue fortalecer y promover los gobiernos bolivarianos del pacto de Puebla en Hispano-América, en el Caribe y apoyar los movimientos independentistas en Europa. Estrategia de aproximación indirecta para debilitar a Occidente.

A pesar del desprecio de Occidente hacia Rusia, este país junto con Turquía, aliado en OTAN pero rechazado en la UE, ha demostrado ser más determinante en Libia, Siria, Irán, Afganistán y otros que la UE, la OTAN o las EEUU.

EEUU sigue creyendo erróneamente que su fuerza militar y su influencia en la OTAN es suficiente para mantener el liderazgo global. La lógica estratégica actual es paradójica, contradictoria. Es una lógica donde más puede ser menos y al revés y más fuerza no es necesariamente más poder. Una lógica donde el camino más largo puede ser el más corto y el más corto el más largo, según destacan algunos analistas.

Creo que cualquier acuerdo negociado con Rusia que no pase por la firma conjunta de EEUU, UE, OTAN y Rusia, en particular establecer un régimen extraordinario de sanciones, solo perjudicaría a Europa y a Rusia, beneficiando al resto de actores activos y pasivos.

Es por ello que hay que volver a tender puentes con Rusia y aproximarla a Europa con la que estuvo unida durante siglos y hay que hacerlo a pesar de la oposición de los países signatarios del Tratado de Visegrado y asociados, todos ellos ex comunistas y pertenecientes a la extinta URSS. Hay que volver a la ventana de oportunidad de 1991 y retomar la historia desde entonces.