Economía

La instrumentalización del SMI como paradigma de un modelo de fracaso

El gigantesco endeudamiento de España contrasta con los de Dinamarca y Noruega y el éxito de sus economías

El Banco de España calculó que la subida del SMI de 2018 afectó a 1,6 millones de trabajadores. Calculó los efectos en la destrucción del empleo en 100.000 empleados.

No solo por los que serían despedidos o verían rescindidos sus contratos, sino también por los que dejarían de ser contratados.

En las economías de mercado, como la española, el intervencionismo estatal, más que proteger a los débiles, los hace más vulnerables aún.

La subida de los salarios con el pretendido noble fin de mantener el poder adquisitivo de los menos favorecidos económicamente actúa como un bumerán. Los salarios en exceso pagados por el sector privado tendrán que repercutirse a su vez en los precios de venta de productos y servicios, que acabará encareciendo aún más el coste de la vida y mermando el poder adquisitivo de los trabajadores.

Por otro lado, el Salario Mínimo Interprofesional es un instrumento para garantizar una remuneración mínima, no para competir con el mercado. El SMI debe existir, pero debe estar muy por debajo del precio de mercado de los salarios para garantizar unos ingresos mínimos, pero en ningún caso, como sucedería si llega a los 1.000 euros, para superar el salario mensual, con el que en muchos sectores de la economía se retribuye al trabajo. Para sectores de la economía en donde la productividad es baja, como agricultura, hostelería, servicios, etc… es una carga inasumible por los empleadores. Las consecuencias son de prever, destrucción de empleo normalizado y su sustitución por economía sumergida. Por lo que aumentará la desprotección social de los empleados y también se resentirá la recaudación de impuestos, principalmente IRPF y caerán los ingresos de la Seguridad Social. Pero y lo bien que quedan los gobiernos «progresistas» haciendo de «Robin Hood».

En Italia, se interviene en aquellos sectores en donde los salarios reales son demasiado bajos, y en el caso particular de los más jóvenes. En ningún caso se generaliza a nivel nacional ni intersectorial.

En Dinamarca y Noruega no está regulado por el Estado y se pactan unos sueldos mínimos entre patronal y sindicatos en los sectores menos productivos.

En España la iniciativa generalizada de subir el salario mínimo por decreto es otro hachazo a la economía y otra vuelta de tuerca más para las microempresas, así como para pequeñas y medianas. Pero este ataque aún será más letal para la economía de determinas regiones de España y sectores económicos que no puede asumir este coste.

Hay una forma de que los sueldos suban, dos países de éxito; Noruega y Dinamarca, con paro en niveles técnicamente inexistente, con salarios que prácticamente duplican al de España e Italia. La propia ley del mercado hace subir los salarios cuando hay pleno empleo y es el empresario el que busca empleados; cuando no, hay un ejército de parados dispuestos a aceptar cualquier trabajo y a cualquier precio.

La solución es crear las condiciones para que los tres millones de parados españoles trabajen y no vivan de prestaciones, subsidios y paguitas. Que en definitiva es el modelo venezolano.

En nuestro país el Gobierno prefiere endeudarse con el extranjero para mantener a tres millones de personas subvencionadas e improductivas.

La alternativa es dedicar los recursos que se malgastan anualmente en mantener chiringuitos, sindicatos, asociaciones, comprar voluntades y votos en la creación de empleo. Este Gobierno rechaza enfrentar las reformas estructurales que lleva años esperando nuestra economía. Es un sacrificio para hoy que disfrutaremos mañana, pero electoralmente es ruinoso. Prefieren el pan para hoy (los votos) aunque sea a costa del hambre para mañana.

Esta crisis iniciada en 2008 tiene entre sus principales características la profundización del revés fiscal del estado de bienestar. El gigantesco endeudamiento en el que se ha embarcado España e Italia, con el 120% y 156% respectivamente de sus PIB, contrasta con el de Dinamarca y Noruega, con el 42% y 41%. La apuesta por expandir la economía ha generado pleno empleo que significa salarios altos, que hace crecer los ingresos por IRPF además de la estabilidad laboral, consumo elevado que aumenta la recaudación del IVA. Y en España e Italia, empleo artificial en el sector público, obstáculos a las reformas laborales que precisa el país, presión fiscal tan elevada como en los países nórdicos, pero que en lugar de recaer sobre los 23 millones que deberían estar trabajando y cotizando recaen sobre solo 19 millones de activos laborales. Solo con el pleno empleo subirán los salarios y no se requerirá de SMI. Con el pleno empleo se garantizan los servicios sociales y las pensiones.

Son dos modelos antagónicos, uno de éxito (Dinamarca y Noruega) y otro de fracaso (Italia y España). Si nuestros gobernantes no tienen sentido de Estado y revierten la situación, estamos condenados al rescate de Europa o, de lo que es peor, del FMI.