Política

UPN no puede ser socio del socio de ETA

Los felones no son García Adanero y Sayas sino los gerifaltes de UPN que querían apuntalar en Moncloa al socio de ETA

Hablar de Unión del Pueblo Navarro (UPN) me retrotrae a esa infancia en la que observaba maravillado cómo España y mi patria chica transitaban pacíficamente de la dictadura a la democracia. Tras el Titanic en que degeneró la UCD, UPN sirvió como aglutinante del voto de derechas en mi tierra. Una virtud que Jesús Aizpún, padre del navarrismo moderno, convirtió en necesidad para frenar el Anschluss que el PNV y Batasuna-ETA intentaban implementar en un territorio que jamás formó parte de esa Euskalherria que sólo ha existido en sus fascistoides mentes. Aizpún era un gigante al que le cabían Navarra y España en la cabeza y aún sobraba espacio. Un politicazo, un jurista de postín, amén de un tipo de una integridad moral que tanto se echa en falta en estos tiempos de adoración al becerro de oro. El padre de UPN tuvo meridianamente claro que con el Partido Socialista de Navarra (PSN) había que concertarse por un obvio motivo de fuerza mayor: parar los pies al imperialismo vasquista en tiempos en los que ETA asesinaba a trote y moche. Si bien es cierto que los socialistas navarros se enfangaron en la corrupción más bestia, con Urralburu y Otano como epítomes, no lo es menos que siempre se mantuvieron fieles a ese navarrismo que es la versión local del constitucionalismo. Ni ellos ni Felipe González albergaron duda alguna de que Navarra debía mantener la personalidad jurídica y la autonomía territorial que disfrutaba desde que en 1512 se incorporó a ese germen de España que fue la Corona de Castilla. El PSN respetó este pacto tácito cuando gobernó y UPN repitió la jugada cuando se consumó la alternancia. Las autonómicas de 2019 representaron el punto de inflexión de un PSN que, tras ser vapuleado en las urnas, se alió con el partido del terrorista Otegi para sisar un Gobierno foral que la ciudadanía había otorgado mayoritariamente a UPN en la persona de José Javier Esparza. Para Sánchez y la secretaria general del PSN, María Chivite, todo vale con tal de mandar. ¿Que hay que pactar con los capos de una banda que quitó la vida a 856 españoles? Pues se pacta, que a la ética y a la estética ya le pueden ir dando. UPN se ha mantenido fiel al navarrismo esta legislatura sembrando en la mayoría natural la ilusión no sólo de volver al Palacio de Navarra sino también de frenar la imparable euskaldunización. En ésas estábamos cuando, para mi estupefacción, UPN decidió respaldar la reforma laboral socialcomunista. Una traición a sus votantes y a los 42 navarros que mató ETA, actual socia del PSOE y del PSN. Entre otros, por cierto, su correligionario Tomás Caballero. Que luego no se lleven las manos a la cabeza si Vox también les pega un bocado electoral en Navarra. Los felones no son García Adanero y Sayas sino los gerifaltes de UPN que querían apuntalar en Moncloa al socio de ETA. Más que al timo laboral de Yolanda Díaz, que también, mis dos héroes de la Carrera de San Jerónimo se limitaron a votar «no» a ese aliado de Otegi que es Pedro Sánchez. Les acusan de romper la disciplina de voto y de transfuguismo. Jajajaja. A este respecto no está de más recordar que a Aizpún lo botaron de la UCD tras abstenerse en la votación de la Constitución en el Congreso por esa Disposición Transitoria Cuarta que deja eternamente abierta la puerta a la integración de Navarra en el País Vasco. Por cierto: de aquel acto de dignidad nació UPN. Si el patrón levantase la cabeza, corría a Esparza y compañía a gorrazos.