Pablo Casado

Casado y Ayuso no caben ni en la mesa de Putin

T odo lo que está sucediendo en el PP ante nuestros ojos es una pesadilla que nunca debería haberse producido y que jamás pensamos pudiera ocurrir. Para el PP es una hecatombe, aunque no es el único damnificado de este siniestro, porque proyecta una imagen penosa del establishment político, con un grave daño para la calidad de nuestra democracia convertida de hecho en una partitocracia, donde los partidos son los reales detentadores del poder. El único suceso comparable a éste en los últimos años en la política española, es el del cese de Sánchez como Secretario General de su partido por el Comité Federal del PSOE del 1º de octubre de 2016. La respuesta, como sabemos, fue una gestora y un Congreso extraordinario, y en estos momentos no se puede descartar ninguna respuesta similar o parecida para evitar que se desangre el PP durante los meses que restan para el Congreso nacional de julio.

En esta guerra parece muy difícil que haya supervivientes entre los dos protagonistas principales, Casado y Ayuso, incapaces no ya de convivir, sino siquiera de coexistir –política y humanamente– tras el cruce público de reproches y acusaciones lanzados entre ellos estos días.

La guerra que anunció Biden como inminente en Ucrania parece que –de momento– no se acaba de confirmar, aunque 190.000 efectivos movilizados por Rusia no transmiten confianza precisamente. Pero sin previo aviso, lo que sí ha irrumpido y con estrépito es este conflicto –no militar, afortunadamente– pero convertido en un duelo cainita que tiene en vilo a millones de simpatizantes y votantes, entre muchos otros, que consideran que una alternativa solvente al sanchismo es necesaria para el sistema y ante todo para España. Ayer, con Carlos Herrera de protagonista, Casado y Ayuso protagonizaron un insólito duelo no cara a cara, sino en sucesivas intervenciones, culpándose mutua y públicamente de ser los responsables de la situación actual. Ayuso contestó más tarde en un comunicado a la acusación de Casado de «haber recibido información acerca de una comisión de casi 300.000 euros que él no permitiría que cobrara un hermano suyo mediante una adjudicación hecha por su Consejo de Ministros». A este paso dudamos que se produzca este supuesto con el PP en La Moncloa. Ayuso replicó que fueron «55.800 euros más IVA» y no por comisiones, sino «por gestiones para conseguir mascarillas de China en plena pandemia, a precio más barato y con escasez de ellas en el mercado».

Ni la mesa de Putin aleja lo suficiente a Casado y Ayuso para hablar de esto con discreción. Mientras, Sánchez en Bruselas ejerciendo de estadista.