Pablo Casado

Instinto asesino y camino de servidumbre

«El que Casado tenga o no razón no enmienda sus errores y los de su equipo en una política tan cruel y cainita como la actual»

Pablo Casado es un buen tipo, que siempre contó que «Camino de servidumbre», de Hayek, una de las biblias del liberalismo, era su libro político y de filosofía moral de cabecera. Todavía es uno de los mejores parlamentarios en activo, capaz –rara avis en estos tiempos– de hilvanar un discurso largo y coherente sin leer. Gore Vidal lamentaba que «las figuras públicas de hoy en día ya no saben escribir sus propios discursos y hay alguna evidencia de que tampoco saben leerlos». No es el caso del sucesor de Rajoy en el PP que, sin embargo, quizá ha carecido de ese «instinto asesino», por mucho García Egea que estuviera a su lado, del que habló un día en el Congreso el banquero Alfredo Sáenz, como imprescindible para sobrevivir y triunfar en los negocios o en la política.

Los errores de Casado –debe admitirlos para su propia tranquilidad– son obvios porque sin ellos nadie habría intentado moverle la silla. El que tenga o no razón –aunque importante– no enmienda sus traspiés y los de su equipo. La política es así de cruel y cainita. Lo demuestra el aplauso cínico en el Congreso de una parte –no la totalidad– de quienes han maniobrado contra él. Algo parecido puede decirse de la desangelada y egoísta –anunció que no adelantaría elecciones y alabó sus propios éxitos– despedida, carente de generosidad, que le brindó Pedro Sánchez.

Muy pocos defenderán al líder caído y menos sus compañeros de partido, que le reprochan que lo de «buen tipo» era una pose para alcanzar sus objetivos. Hayek, que dedicó su libro a «los socialistas de todos los partidos», apelaba a Tocqueville para afirmar que «el socialismo aspira a la igualdad en la coerción y la servidumbre». Eran otros tiempos y Hayek, que nunca equiparó libertad de mercado con inhibición del Estado, habla de un socialismo redistribuidor de rentas a través de impuestos y del Estado del Bienestar a pesar de que el «resultado final sea el mismo (...), aunque no ha de conducir por fuerza al totalitarismo». Casado, a pesar de su devoción por Hayek, quizá olvidó que los partidos liberales también exigen «servidumbres» de las que solo se liberan quienes utilizan de verdad el «instinto asesino», algo en lo que por ejemplo Sánchez ha sido un maestro hasta ahora. Casado, buen tipo, instinto asesino y camino de servidumbre.