Guerra en Ucrania

En el lado equivocado de la historia

Putin se ha convertido en un dictador anacrónico que cambia fronteras por la fuerza

Tras cinco meses jugando al póker con la paz y la guerra en Ucrania el presidente Vladimir Putin ha roto la baraja. Ni la diplomacia, ni la amenaza de sanciones, ni la puesta en marcha de las primeras medidas punitivas han frenado al jefe del Kremlin para lanzar una invasión a gran escala en Ucrania. El presidente ruso ha arrastrado a Rusia a un enfrentamiento armado sobre los cimientos de su nación. Europa afronta el peor de los escenarios desde la primera línea de defensa. La incursión de Putin está destinada a tomar Kiev por la fuerza y derrocar al Gobierno de Vlodomir Zelenski para colocar a un títere al estilo Bielorrusia. No se movilizan a 190.000 efectivos para conformarse con dos pequeños enclaves en la región de Donbás que ya controlaba de facto el Kremlin desde 2014. Las provincias de Donestk y Lugansk, que suponen un 8.8% de la superficie total del país, tampoco parecen suficiente para colmar las ambiciones expansionistas rusas. Putin dice que no quiere ocupar Ucrania. También dijo que no quería invadirla. Ocurrirá lo contrario a lo que afirme. Es un mentiroso patológico como ha escrito en estas páginas el destacado investigador ruso, Vladislav Inozemtsev.

Putin ha negado el derecho de Ucrania a existir como Estado moderno y soberano. En su intervención de esta madrugada (que podría haberse grabado hace dos días) exige a Zelenski «la desmilitarización y la desnazificación» del país. Putin invierte la narrativa bélica y se presenta como víctima y no como agresor. Acusa a Kiev de cometer un «genocidio» contra los separatistas prorrusos sin pruebas y de estar al servicio de Occidente. El jefe del Kremlin recupera la retórica de Ronald Reagan y señala a EE UU y la UE como el «imperio del mal». Justifica la guerra de Ucrania desde la defensa de la seguridad nacional de Rusia. Desde su ideología-histórica deformada, la ex república soviética debe ser reclamada y aniquilada por Rusia. Todos los que hablan ruso son rusos. La lengua es una fuente de identidad y de propiedad. Putin no ha digerido la implosión de la Unión Soviética en 1991 («la mayor catástrofe del siglo XX», Putin dixit), ni las protestas proeuropeas del Maidán en 2014 que acabaron con el líder prorruso Yanukóvich. El clamor de los ucranianos por adherirse a la UE fue interpretado por el jefe del Kremlin como una amenaza a su supervivencia. Desde hace ocho años, Putin prepara la venganza y va por delante de sus adversarios. El maratón diplomático de Macron y Scholz sólo ha servido para que el ruso ganase tiempo. Las sanciones masivas que anuncian Estados Unidos y la UE no van a disuadir al Kremlin. La guerra ha estallado y las consecuencias se dejarán sentir en todo el planeta. Rusia parece convencida de que puede ganar este pulso. Veremos. Ha hecho caja este invierno con el precio del gas y cree que puede aguantar el envite con la inestimable alianza de China. Occidente debe golpear fuerte a Putin. En juego no está solo Ucrania y Europa sino el nuevo orden internacional que surja de esta confrontación. El jefe del Kremlin se ha colocado en el lado equivocado de la historia. Aislado y asesorado únicamente por un círculo cerrado de fieles, se ha convertido en un dictador anacrónico y sanguinario que quiere cambiar las fronteras de Europa con el uso de la fuerza. Será juzgado por sus hechos.