Opinión

«Georgiíto»

A Pedro Sánchez le gustaría tener una oposición entregada a su persona, que no juzgue sus decisiones y mucho menos se convierta en alternativa de gobierno. Quiere una oposición de «patriotismo europeo» que le apoye incondicionalmente donde su propio gobierno y sus socios parlamentarios no lo hacen. Quiere una oposición amordazada y sindicalizada, sin protestas y callada, quiere gobernar a derecha e izquierda según le convenga. Quiere el apoyo que las urnas no le han dado, quiere estar en misa y repicando.

Es capaz de decir una cosa y la contraria, de posicionarse en contra de la existencia de un Ministerio de Defensa y a la vez pedir dotarle de mayor presupuesto. Es un hombre dividido entre la emoción y la razón, entre lo que le gustaría hacer y lo que no puede ser como dirigente de un país miembro de la UE.

En su orgullo y atrevimiento, te dice que la invasión rusa de Ucrania apenas afectará a nuestra economía y mañana echa la culpa a Putin de la subida del precio de la energía y de la inflación. O se escuda en Europa para no adoptar medidas que aligeren el precios de la luz y los combustibles cuando otros países, también europeos, sí están haciendo.

Mientras España pierde la gran inversión de Intel en Europa, de 33.000 millones de euros y miles de puestos de trabajo, que van para Alemania, Irlanda, Italia y Francia, Pedro Sánchez se apunta a protagonizar una serie documental que nos muestre al personaje institucional y al ciudadano Pedro. Los españoles sufrimos una pérdida de nuestro poder adquisitivo, nunca vista en veinte años, pero conoceremos a qué hora se levanta y qué le gusta en el desayuno, a «Georgino» o «Sanchiíto», como le llaman Herrera y Losantos. «Hay que dejar la vanidad a los que no tienen otra cosa que exhibir», decía Balzac.