Antonio Martín Beaumont
El sindiós de Sánchez
El coste de la luz, del gas, de los combustibles, de la cesta de la compra, no ha dejado de ascender, y Sánchez y sus ministros no han hecho más que pedir a los demás que se aprieten el cinturón
“El martes 29 todo cambiará”. En estos días de ventarrones públicos, Pedro Sánchez intenta aparentar cierta normalidad. Lo fía todo al siguiente Consejo de Ministros. Vive en una continua patada hacia adelante. La próxima reunión del gabinete, si hemos de confiar en el presidente, va a ser el bálsamo de Fierabrás que permitirá a los españoles cargar el depósito a un precio que no nos obligue a vender el coche para pagar el combustible, y a las comunidades de vecinos enchufar de nuevo las calderas de la calefacción para que nuestros mayores dejen de pasar el día tiritando de frío en su hogar.
Pero hete aquí que la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, al contrario que su jefe, pone los pies en la tierra y afirma que el plan para rebajar el precio de la energía “tardará tres o cuatro semanas” todavía. ¿A qué juega el Gobierno? Lamentablemente, va como pollo sin cabeza y su presidente vive montado en un Falcon publicitario que, como las aves gallináceas, tiene los vuelos cortos. Y más cuando se refiere a los asuntos del comer, cuestiones que nadie tiene que explicar a los españolitos porque las sufren cada día: no pueden llegar a final de mes con los precios de la comida desbocados, ni seguir con la marcha de su pequeño negocio sin que los gastos se conviertan en una ruina impagable.
Bien sabe una parte del Gobierno que el deterioro de imagen que viven no se puede superar. Sin duda, todas las alarmas están encendidas en los círculos socialistas. El “incendio” de la calle corrobora que dejar pasar el tiempo para ver si los problemas se resuelven solos lleva a que cada día la cuesta arriba sea más insufrible. “Se tenía que haber actuado de forma urgente en vez de supeditar el denominado Plan de Respuesta Nacional a la Guerra a las conclusiones del Consejo Europeo”, critica “off the record” un importante diputado del PSOE. “No hemos pegado ojo”, sale de la boca de un ministro económico, a modo de explicación no pedida.
El caso es que, desde el verano, el coste de la luz, del gas, de los combustibles, de la cesta de la compra, no ha dejado de ascender, y Sánchez y sus ministros no han hecho más que pedir a los demás que se aprieten el cinturón. No ha habido medida alguna ejemplarizante para bajar el gasto político improductivo. La gente no quiere demoras. El descontento crece. Se exigen soluciones ya. Es insoportable ver cómo el Consejo de Ministros más grande de nuestra historia democrática derrocha en fiestas y chiringuitos ideológicos financiados por los bolsillos de unos ciudadanos a quienes ya no quedan ni monedillas cuando rebuscan para pagar los impuestos.
El presidente vive en un mundo de Yupi. Creyó que por “ordenar tajantemente” a su responsable de Transportes, Raquel Sánchez, “cerrar” el conflicto con los camioneros antes del fin de semana, el problema desparecería por arte de birlibirloque. Desde las mismas filas socialistas sale la filtración de que la ministra está “superada” por la gestión. Sarcásticamente, echan de menos al frente de la cartera a un perfil curtido en la política como el de José Luis Ábalos, cesado con cajas destempladas. A tanto ha llegado el caos, que en el seno del Consejo de Ministros han terminado por enfrentarse Transportes e Interior por los medios policiales empleados para frenar las protestas. Han convertido a los transportistas, que fueron nuestros héroes salvadores durante el confinamiento, en peligrosísimos ultras. No hay un sector que manifestase su queja que no haya sido insultado por la izquierda gobernante: “cayetanos”, “tabernarios”, “señoritos a caballo”, “antipatriotas”, “fachas”. Aquí sólo cuenta la adhesión inquebrantable a los Principios Fundamentales del Sanchismo. Si te sales del guion, ya sabes: eres un “enemigo” del régimen al que hay que despersonalizar para declarar su muerte civil. Sufrimos el sindiós de Sánchez.
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