Antonio Martín Beaumont
Política «kamikaze»
Algo anda mal en esta democracia española –«ocupada» en todos sus niveles por un sanchismo poco respetuoso con las instituciones y las formas– cuando el nuevo líder del Partido Popular acude a una cita tan esperada y decisiva enterándose por la prensa del orden del día de su reunión con el presidente del Gobierno.
Porque si algo ha quedado demostrado en este primer cara a cara en La Moncloa es que el «problema» no era Pablo Casado. Como no lo fue antes Mariano Rajoy. El problema es Pedro Sánchez y su particular forma de entender la gobernanza del país. Sigue empeñado en ejercer la Presidencia en «modo kamikaze», aferrado al «no es no» de su Manual de Resistencia.
El inconveniente es que no está en juego su carrera política –amortizada, según todas las encuestas fiables–, sino el futuro de nuestro país en un momento muy delicado. Y con él, el de varias generaciones de españoles ya hipotecados por el «dejadme solo» de Sánchez.
Alberto Núñez Feijóo ha comprobado de primera mano que el líder del PSOE no busca grandes consensos de Estado, ni siquiera las complicidades que exige la situación crítica en la que nos hallamos. Sánchez ha vuelto a exigir adhesiones inquebrantables. Poco menos que el nuevo presidente del PP, sentado en el asiento trasero del avión, no alce la voz de alarma cuando el piloto amenaza con estrellarnos a todos. Lógicamente, muchos dirigentes del «nuevo PP» y sus votantes pensarán que para este viaje no hacían falta tantas alforjas.
«Ha sido una descortesía», me dicen algunos dirigentes populares con quienes hablo. «Una encerrona», añaden otros. Porque ese documento que La Moncloa ha arrojado sobre Feijóo sin la más mínima negociación previa, al margen de la evidente falta de cortesía, estaba repleto de ataques, descalificaciones y ultimátum contra el invitado que iba a subir las escalinatas de La Moncloa pocas horas después. No hay mejor forma de abortar cualquier posible caudal de confianza tras la llegada de Feijóo con nuevos aires al timón del principal partido de la oposición.
Es verdad que Sánchez ya no engaña a nadie, como sus propios socios del «mecano» Frankenstein denuncian cada día. El presidente gallego acudía a la cita advertido y prevenido. Viene llorado de casa. Al final –queda muy claro– todo ha sido una emboscada diseñada por los ideólogos moscovitas para convertir a Feijóo en el 23º miembro del Consejo de Ministros, el «ministro de la oposición».
Lo más preocupante de esta primera cumbre fallida no es que el monólogo de Sánchez vaya a perjudicar o beneficiar al PP en términos electorales. Eso es política pequeña y cortoplacista. Lo peor, como ha subrayado Feijóo en su comparecencia posterior, es que de las tres horas de reunión «no salen buenas noticias para las familias».
Ni transportistas, ni agricultores, ni ganaderos, ni autónomos asfixiados por los precios desbocados van a ser rescatados por el Gobierno con la liquidez que les proporcionaría la bajada de impuestos que ha propuesto el líder popular. La respuesta no deja dudas: el decretazo anticrisis debe ser asumido y votado por el Partido Popular tal como ha sido cocinado por el socialismo y Podemos. Un trágala, vamos. Es como las lentejas, o las comes o las dejas. Todo un despropósito.
Feijóo ha hecho, como Casado hizo antes, lo que estaba en su mano. Llevarle al presidente las recetas de éxito que están aplicando las comunidades gobernadas por el PP, como Madrid, Andalucía o Galicia, a la cabeza del ránking de creación de empleo y de riqueza y con una razonable presión fiscal.
Pero Sánchez no quiere saber nada de dejarse ayudar. Al revés. Su única prioridad es que los de Génova 13 salven los decretos que sus propios costaleros de legislatura se niegan a convalidar. El «kamikaze» sigue empeñado en estrellar a los españoles contra el abismo. Las urnas son las únicas que pueden evitarlo.
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