Política

Almeida desflorado

Habrá aprendido que en política no siempre el ascensor es más eficaz que subir sólidos escalones

José Luis Martínez Almeida ha pasado en tan solo semanas de ser uno de los políticos llegados desde el anonimato municipal con la carrera más fulgurante a «pim pam pum» de todos los raquetazos lanzados desde la izquierda, bien en la oposición municipal o bien desde el mismísimo Gobierno de la nación a la vista de que, con las siempre inestimables varas de medir políticas, judiciales y mediáticas se ha vuelto a abrir de par en par la puerta de la demagogia sobre el mantra de la corrupción en el PP, nuevamente señalado –incluso por el propio presidente del Gobierno demostrando los nervios demoscópicos de Moncloa– como el gran cáncer de la honorabilidad política. Dicho de otra forma, al alcalde madrileño le toca estos días el desagradable papel de recibir en su trasero los puntapiés destinados al flamante líder popular Núñez Feijóo, disparado en sondeos como el publicado el lunes por este periódico y con un colmillo nada dispuesto a morder anzuelos en los que sí se enredaba su antecesor.

Llegados a este punto, tal vez mas de uno se pregunte por qué dirigentes con el empaque mostrado por Martínez Almeida desde el inicio de su mandato acaban incurriendo en errores –no de gestión, sino políticos– impropios del «partido a partido» del que hacemos gala los atléticos. El primer edil madrileño se convirtió en ejemplo de actitud y eficacia durante los primeros tiempos de la pandemia incluso recibiendo el público reconocimiento y admiración del expresidente socialista Felipe González y en esas llegó el primer error aceptando compaginar una trayectoria meteórica, pero a expensas de consolidación en el palacio de Cibeles, con la portavocía nacional del Partido Popular, lo que le acarrearía un paulatino calcinamiento político que en nada se correspondía –por mucho que así se lo hicieran creer quienes de alguna manera le habían utilizado– con una mayor proyección nacional más allá de la cosa municipal.

Almeida, concejal primero y prometedor alcalde después pero aún virgen en esto de perverso «juego político», terminó por ser desflorado y no precisamente en un dulce atardecer con el caso del espionaje a Díaz Ayuso, cuyo recorrido no irá más allá de las alharacas de la izquierda en una comisión de investigación, pero tras el que el tándem ayuntamiento-comunidad ya no seguirá encajando como el guisante en su vaina y la llave en la cerradura. Saldrá de esta y seguirá brindando su valía para bien de los ciudadanos…pero seguramente habrá aprendido que en política no siempre el ascensor es más eficaz que subir sólidos escalones.