Francia
Macron y Le Pen, «tanto va el cántaro a la fuente que...»
El sistema francés no impide que gane alguien como Le Pen, pero lo pone más difícil, porque exige mayorías en muchos distritos
Emmanuel Macron ganó el domingo, y con contundencia, la segunda vuelta de las elecciones francesas y es el primero que logra repetir mandato después de Jacques Chirac, que ocupó el Palacio del Elíseo entre 1995 y 2007. Sarkozy y Hollande, predecesores del reelegido presidente, fracasaron en sus intentos de renovar la presidencia. Macron ha obtenido un 58,5% de los votos, frente al 41,5% de su rival, Marine Le Pen, hija de Jean Marie Le Pen, que ya en 2002 disputó la presidencia. Entonces, tras un cierre de filas de todos partidos, Chirac obtuvo el 82,% de los votos y Le Pen, el 17.5%. Marine, peleada y reconciliada con su padre varias veces, ha multiplicado los votos de extrema derecha de 2002 y, aunque todavía lejos, está más cerca que nunca del poder. La victoria de Macron representa una cierta estabilidad en Francia y en Europa, pero el ascenso de la ultraderecha –más o menos asilvestrada– obliga a tener listas todas las alarmas.
Las elecciones francesas tienen una tercera –y cuarta– vuelta en el mes de junio, cuando se elegirá a los 577 diputados de la Asamblea Nacional. En los últimos veinte años, el sistema electoral francés, mayoritario a doble vuelta, ha evitado que los extremistas de Le Pen –padre, primero, e hija, después– lograran muchos diputados y así condicionar o torpedear a los sucesivos Gobiernos. Marine Le Pen, de hecho, no consiguió entrar en la Asamblea hasta 2017 y sólo con 8 diputados. Si Francia utilizara el sistema electoral español, proporcional corregido con la regla D’Hont, la rival de Macron hubiera estado al frente de un grupo de entre 75 y 90 diputados. Ahora no es popular defenderlo; la proporcionalidad tiene algunas ventajas, aunque quizá más inconvenientes. Maurice Duverger, en su clásico «Instituciones políticas y derecho constitucional» ya explicó la importancia de los métodos electorales: «Los diversos sistemas electorales no son instrumentos pasivos que registran pura y simplemente la opinión: también contribuyen a darle forma, a modelarla de una manera determinada, diferente en cada uno de ellos». En la práctica, el sistema electoral francés hubiera impedido en España la eclosión repentina de, por ejemplo, Unidas Podemos, Ciudadanos y también Vox. Y nadie dirá que Francia es menos democrática que España. El sistema francés no impide que gane alguien como Le Pen, pero lo pone más difícil, porque exige mayorías en muchos distritos. Gracias a ese sistema Francia ha contenido a los Le Pen durante veinte años, pero, ¡ojo!, «tanto va el cántaro a la fuente que...»
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