Ministerio de Sanidad
La campaña contra el vino
Era difícil cometer un error político más grave que caer prisionero de las obsesiones de algunos cuerpos funcionariales
Tengo que empezar este artículo aclarando que no consumo bebidas alcohólicas. Es decir, soy abstemio. Hace más de diez años decidí que no me gustan. Hasta ese momento era un bebedor social. No tengo nada en contra, simplemente, no me gustan. Desde entonces, he roto esta costumbre en contadas ocasiones y siempre por motivos de estricta cortesía. No me importa brindar con agua, porque no creo en las supersticiones. Es más, cuando voy los sábados a la Sexta Noche paso por debajo de la escalera de obra que lleva al segundo piso. Algún contertulio ha intentado que no lo hiciera. Estas tonterías propias de pueblos primitivos se ven eclipsadas por las que hace el Gobierno. No hay duda de que lo suyo son las excentricidades y el intervencionismo. Era difícil cometer un error político más grave que caer prisionero de las obsesiones de algunos cuerpos funcionariales. A la izquierda le encantan las prohibiciones, inmiscuirse en nuestras vidas y controlar hasta el más mínimo detalle. De ahí que la chorrada de promover el fin del vino o la cerveza en el menú de los bares planteara otro escenario distópico, tan absurdo que el propio Ministerio ha tenido que dar marcha atrás.
Es cierto que no era una prohibición en un sentido estricto, pero muestra la inquietante deriva de los poderes públicos a la hora de conseguir que la vida sea mucho más aburrida. El ser abstemio creo que me otorga un plus de credibilidad. La excusa para esta «ley seca» non nata era mejorar el nivel de salud cardiovascular de la población. Por ello, nos quieren marcar «los estilos de vida y entornos saludables y sostenibles» que los burócratas de la salud consideran adecuados. He de reconocer que tras conocer la noticia me dieron ganas de beberme un vaso de vino o una jarra de cerveza. Una vez más, Ayuso ha estado muy acertada y salió en defensa del vino señalando «el que los señores del Gobierno nos quieren prohibir». El consumo razonable y moderado de bebidas alcohólicas está muy bien. En más de una ocasión, los médicos, supongo que no los «talibanes» ministeriales, lo han recomendado. Lo que no entiendo es que unos digan una cosa y otros la contraria. En este caso es bueno que al final las recomendaciones se tiren a la papelera y se siga ofreciendo vino y cerveza.
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