Editorial

México, valedor de las tiranías americanas

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ha maniobrado con cierto éxito para rebajar el alcance político de la Cumbre de las Américas, celebrada en Los Ángeles y convocada por la Casa Blanca. Ciertamente, la urgencia migratoria de Washington y del presidente norteamericano, Joe Biden, amenazaba con monopolizar el encuentro, como así ha sido, pero ello no justifica en modo alguno que la gran potencia que es México, incardinada en el ámbito de las democracias occidentales y vinculada por los tratados de libre comercio con Estados Unidos, se haya convertido en activa valedora de las peores tiranías iberoamericanas, como son Cuba, Venezuela y Nicaragua. Es más, la intervención del presidente mexicano, que no acudió a la cumbre, para impedir que Juan Guaidó, reconocido como presidente legítimo de Venezuela por la mayoría de las democracias occidentales, fuera invitado a Los Ángeles demuestra el desprecio de López Obrador por los derechos humanos de los venezolanos, en aras de un izquierdismo populista que creíamos olvidado, pero que no deja de crecer en el continente americano a caballo de las crecientes dificultades económicas y del deterioro de la institucionalidad. Que Biden aceptara la imposición, no deja en buen lugar a quien se pretende defensor de las libertades públicas, pero que, al parecer, antepone los intereses económicos coyunturales a los principios democráticos. En cualquier caso, la cuestión que nos debe preocupar es qué gana López Obrador amparando a unos regímenes totalitarios, fallidos social y económicamente, y que son un permanente foco de inestabilidad política para el continente. La pregunta es importante y no convendría reducir la respuesta al socorrido antinorteamericanismo de la izquierda iberoamericana, por más que el actual presidente de México sea un acabado representante de ese maniqueísmo ideológico. Especialmente, cuando se proyecta con más fuerza cada vez la influencia de China y de Rusia en las Américas, ampliando el campo de confrontación de ambas potencias con Occidente. Por otra parte, la deriva populista del sur del continente, con Chile y Colombia como últimos ejemplos, es uno de los factores que explica la creciente presión migratoria sobre Estados Unidos. Porque una buena parte de esa inmigración no responde a las habituales causas económicas, sino al hecho de que millones de iberoamericanos viven bajo la presión de gobiernos dictatoriales o son azotados por la violencia creciente del crimen organizado en torno a las mafias del narcotráfico, frente a unos Estados incapaces de proteger las vidas y haciendas de sus ciudadanos más humildes, por más leyes draconianas que se promulguen. Es en el retorno del poder de las Instituciones democráticas donde hay que buscar las soluciones. Extraña que México no esté por la labor.