cumbre de la OTAN
Con permiso de Stevenson
Esta esquizofrenia del gobierno de Pedro Sánchez que la semana que viene recibe a la Alianza Atlántica y mañana se manifiesta contra ella, le recuerda mundos irreconciliables cuyos encuentros nunca se resuelven con finales felices
Lorenzo se dispone a salir del coche cuando escucha en la radio cómo el ministro de Asuntos Exteriores glosa el papel de su gobierno en la organización de la cumbre de la próxima semana en Madrid. Dice Albares, en su tono melifluo y monocorde, que es un éxito para España y da idea de la confianza política que se tiene en nosotros. Quiere decir en el Gobierno, entiende Lorenzo. Permanece unos instantes más junto al volante para escuchar a la ministra de Defensa poner en valor cómo España es un aliado clave para trabajar por la paz. Cuando está a punto de salir, sonriendo para sí, con la mente puesta en esa esquizofrenia gubernamental que la cumbre vuelve a desnudar, escucha a Robles asegurar que las opiniones contrarias de miembros del Gobierno son respetables, pero no afectan al compromiso de España. Ya. Claro. Se puede ser del Atleti y del Madrid al mismo tiempo y que a la gente no le llame la atención: en los mundos de yupi del Gobierno, en su universo de fronteras difuminadas entre el yin y el yan, es perfectamente normal y complementaria la convivencia de realidades contrapuestas.
Le parece a Lorenzo, mientras trata de esquivar en el semáforo a una pareja cogida de la mano, ensimismado cada uno en una conversación con su móvil, que una cosa es disentir y la otra confrontar. Que por mucho que existan diferencias a la hora de analizar la realidad no se puede andar de la mano por sendas tan alejadas. Vuelve a mirar a la pareja que casi choca con él. Siguen cada uno con su móvil y en su conversación ajena al otro, pero caminan en la misma dirección aunque su pensamiento esté en otro sitio.
No puedes enorgullecerte de organizar una reunión internacional de tal trascendencia y al mismo tiempo participar en protestas en su contra. Ni tampoco despacharlo con que no afectan a nuestro compromiso como país. Eso vale para las pequeñas batallas de la política nacional, tan banales e infantiles en muchos casos. Pero no para un encuentro que mira el mundo libre con cierta aureola de histórico, por la situación de guerra y la voluntad de ampliación, e intenta el enemigo ruso convertir en cumbre del mal, ya sea por la senda del boicot cibernético, del que ha avisado la propia Robles, o por el impulso de movilizaciones contrarias, si es posible regadas con algo de sangre. En este caso, el griterío opositor a la OTAN se está alineando, lo quiera o no, con la acción política y propagandística de Rusia. No vale, le diría Lorenzo a Margarita Robles ningunear a Podemos y su clá o estimar que están en su derecho de manifestarse. Hay que explicarle a los reunidos en la cumbre y al mundo que asiste desde el espectáculo informativo, que esos que han ido a las manifestaciones en coche oficial son miembros del mismo gobierno que hospeda la cumbre, que la organización de este encuentro estratégico trascendental corre a cargo de un poder ejecutivo cuyos miembros están también en las marchas acaso alentadas por Rusia. Así lo ve él. Así de crudo le parece.
El oscuro señor Hyde terminó destruyendo al honorable Jekyll en la mente de Stevenson porque se dio cuenta demasiado tarde de que ya no podía controlarlo. No pone Lorenzo etiquetas o papeles de un drama de ficción en la casilla del PSOE y de Podemos, pero esta esquizofrenia del gobierno de Pedro Sánchez que la semana que viene recibe a la Alianza Atlántica y mañana se manifiesta contra ella, le recuerda mundos irreconciliables cuyos encuentros nunca se resuelven con finales felices.
Lorenzo tiene un amigo gitano, Juanito Carmona, que es muy rojiblanco y siempre dice que se puede renunciar a todo: a la pareja, a los amigos, hasta a algunos de los principios que a uno le han movido siempre… A veces la vida nos sorprende con giros inesperados que nos pueden hacer cambiar hasta renunciar a todo eso. Pero de tu equipo de fútbol eres siempre. Es como la religión, o aún más. Al menos si eres del Atleti, dice Juanito Carmona. Sánchez y su gobierno pretenden que seamos a la vez del Atleti y del Madrid.
Hablando del Madrid, cuando llega a casa, al encender la radio de la cocina escucha cómo una dirigente de Podemos hija de un político que recorrió todos los márgenes posibles entre izquierda y derecha, dice que el Bernabéu se construyó en el centro de Madrid sin tener en cuenta las necesidades de los vecinos. Apaga la radio.
Estos son los antiotan, los antisistema, los que van a cambiar la vida de la gente. Recuerda cuando, de joven, su padre le llevaba al Bernabéu, en aquel Chamartín vacío que lindaba con descampados luego urbanizados. Fue la ciudad la que se comió al estadio. Pero la niña lo ignora. Como el presente, como la historia. No merecería más atención su desatino si no fueran lo que son: un partido en descomposición que, sin embargo, sigue gobernando este país.
A ver cómo se lo explican Albares y Robles a sus compañeros de la OTAN.
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