Abusos a menores

La izquierda humilla a Teresa y aplaude a Oltra

Ni un gesto de afecto, solidaridad o ternura con la víctima y, por supuesto, ni un «hermana, yo sí te creo»

Que Mónica Oltra es el mismísimo diablo ya se lo justifiqué fácticamente la semana pasada a todos ustedes. No sólo indiciariamente encubrió los abusos sexuales de su marido a Teresa, una menor tutelada por su Consejería, «para proteger su carrera política y a su pareja», sino que además protagonizó por acción u omisión una serie de episodios que la asemejan más al mismísimo Satanás que a una persona decente y no digamos ya a una proba servidora pública. Teresa, menor de edad en el momento de los hechos, fue conducida esposada a declarar ante el juez, como si la pederasta fuera ella y no el depredador esposo. No queda ahí el sadismo. El pasado invierno estos mafiosos despidieron a la chica del hospital público en el que intentaba rehacer su vida con un humilde puesto de trabajo. Entre medias, se dedicaron a propalar toda suerte de calumnias e injurias sobre Teresa, que se encontró con que la Generalitat ampliaba el terrorífico infierno al que había sido sometida en lugar de regalarle el cariño que merece cualquier infante desamparado. Conviene recordar que hablamos de una niña que en los primeros años de su vida experimentó en su hogar toda suerte de tragedias. Cada vez que se conoce un caso de abusos sexuales sobre menores se produce el lógico escándalo. Es lo que ha ocurrido, por ejemplo, tras la ruptura de la omertà que imperaba en la Iglesia católica con los sacerdotes menoreros. Aquí ha sido exactamente al revés. Se ha aplaudido a los monstruos y se ha denigrado a la muchacha. La culminación de esta maldad continuada llegó hace siete días cuando la chula de Mónica Oltra se fue a una fiesta de su partido, Compromís, a sacar pecho y a culpar de todos sus males no al cruel maridísimo, tampoco a su vil conducta, sino a «la extrema derecha [sic]». Olvidando que en este caso se ha transgredido no sólo el Código Penal sino también los más elementales principios de la Convención de los Derechos del Niño de la ONU. «No hay causa que merezca más alta prioridad», enfatiza Unicef, «que la protección y el desarrollo del niño». Tanto Podemos, como Compromís, como algún que otro miembro del PSOE se han pasado todos estos criterios sagrados por el arco del triunfo. Ni un gesto de afecto, solidaridad o ternura con la víctima y, por supuesto, ni un «hermana, yo sí te creo». Todo lo contrario: todo han sido vomitivos gestos de respaldo a la presunta encubridora del pederasta, a una tipeja que omitió el deber de socorro a la menor, a una vicepresidenta de la Generalitat que prevaricó como si no hubiera un mañana. El peor de todos, como cabía esperar, fue ese monumento a la inmoralidad humana que es Pablo Iglesias: «El acoso de la ultraderecha mediática y sus brazos políticos a Mónica Oltra ha sido una indecencia, qué asco». Yolanda Díaz y la me-ma de Mónica García tildaron de «valiente» a la encubridora. Ione Belarra considera que la forzada dimisión de la pájara representa «un acto de generosidad y compromiso con su pueblo». Alberto Garzón dijo que Belcebú Oltra es víctima de «un uso ilegítimo de la Justicia». Por no hablar de ese Ximo Puig que, pese a todas las evidencias inculpatorias, la ha mantenido en el cargo durante los cinco años transcurridos desde que se conoció el caso, o de su compañero socialista Manolo Mata, que esta misma semana trasladó a la encubridora todo su «apoyo, cariño y respeto». Sí, Iglesias, para asco, el que dais vosotros. ¡Que estamos hablando de una niña abusada! ¿Actuaríais igual si fuera vuestra hija?