OTAN

El glamour otánico de Sánchez

La cumbre de la OTAN en Madrid se ha convertido en un gran espectáculo, con una densidad de dirigentes mundiales por metro cuadrado muy difícil de emular, además de ser un acto político de relevante importancia, por supuesto. Con Madrid como escaparate nacional, es sin duda una oportunidad extraordinaria para España de recordar tras la pandemia por qué somos también una potencia turística mundial a través de nuestra realidad económica, cultural –con la cena en el Museo del Prado–, así como histórica –con la cena de Estado en el Palacio Real–, con capacidad organizativa, etc.

Tras la debacle andaluza, a Sánchez le ha tocado la lotería al aparecer con Biden en unas circunstancias muy distintas a las de aquellas lamentables imágenes como monaguillo suyo tomadas, por cierto, en el cuartel general de la OTAN en Bruselas. La alianza atlántica –¡quien lo iba a decir!– actuando como su salvavidas, tratándose de una organización militar, cuando él llegó a afirmar que en España sobraba el Ministerio de Defensa, inmortalizado por el PSOE al grito de «¡OTAN, de entrada No!» oponiéndose hace 40 años a nuestro ingreso decretado por un Gobierno de la UCD, y cuya conmemoración está celebrando trayendo a Madrid este evento.

Pero como Sánchez no puede dejar de serlo, con OTAN o sin ella, mientras ejercía de estadista anfitrión intentando competir con el Jefe del Estado –que recordamos es el Rey de España Felipe VI– se descolgaba con una entrevista acusando a la oposición del PP y Vox de ser partidos «vendidos («que no son autónomos», dijo) a oscuros intereses», que conspirarían contra él y su Gobierno. Él debería conocer muy bien esos ignotos intereses, con su pública y publicada cercana relación con personajes como George Soros o Bill Gates, entre otros, que no pasan precisamente por ser representantes del Tercer Mundo, ni modelos de transparencia en la defensa de su provecho.

Pasado el glamour de la Cumbre atlántica, a Sánchez le queda la papeleta de convencer a sus socios y aliados comunistas, Bildus y secesionistas –gracias a quienes llegó y se mantiene en La Moncloa y que ya han exteriorizado un descriptible entusiasmo por su conversión militarista– para que le aprueben los compromisos asumidos.

Para la Historia quedará registrado que un Gobierno socialcomunista acogió la Cumbre que adoptó con su entusiasta apoyo el mayor incremento de recursos humanos, económicos y materiales de la OTAN desde su fundación en 1949. Para ser unos socios antimilitaristas, pacifistas y anticapitalistas, no es una concesión menor que seguro el presidente sabrá agradecerles con su glamour otánico.