Miguel Ángel Blanco

A costa de sus propios muertos

25 años después de crimen de Miguel Ángel Blanco, que lo cambió todo, el gobierno de Pedro Sánchez ha pactado con quienes entonces miraron a otro lado o directamente jalearon a los asesinos

A Miguel Ángel Blanco lo encontraron aún vivo en un descampado dos días después de que sus asesinos le secuestraran. Lucía lo recuerda muy bien. Entre el secuestro y el asesinato pasaron, pasamos, dos días de agónica espera, de movilizaciones por toda España, de manos blancas e ira callejera cuya consecuencia inesperada e incontestable fue poner a andar el reloj del final de ETA. Nada fue igual para los terroristas desde entonces. El miércoles que viene hará 25 años de aquel fin de semana para la historia de la infamia. Le parece curioso a Lucía, como una suerte de irónica exhibición de morbo del destino, o acaso de la desnudez moral de cierta política, el hecho de que vayan a coincidir el comienzo del fin de ETA con lo que podría ser el comienzo del nuevo relato sobre la historia de ETA. 25 años después de aquel crimen que lo cambió todo, el gobierno de Pedro Sánchez ha pactado con quienes entonces miraron a otro lado o directamente jalearon a los asesinos, prolongar la historia del franquismo hasta los años del primer gobierno del PSOE en la llamada ley de Memoria Democrática (antes era Memoria Histórica, pero se ve que para esa izquierda que hace las revoluciones con el diccionario la historia tiene más trampas que la idea abstracta de democracia). El socialista Sánchez traicionando al socialista González con un pacto con quienes siguen sin condenar ni se esfuerzan por aclarar los crímenes de ETA.

Sostiene esa izquierda, muy dada en estos tiempos a una inexplicable condescendencia con los crímenes etarras –cosa del pasado, hay que mirar hacia delante, el perdón aligera el camino hacia el futuro…y todo eso– que no se trata de extender la dictadura, sino aclarar los crímenes de quienes nacieron y crecieron en ella, y luego se mantuvieron durante algunos años de la Transición en lo que llaman cloacas del Estado. Esto, que supone una revisión del relato que arriesga hasta la propia verdad histórica –con perdón–, podría ser un argumento pasable en boca de cualquiera, incluso el PSOE a quien habría que agradecer el sincero pundonor político de atreverse a investigarse a sí mismo los crímenes de los GAL. Oye, fantástico, magnífico, qué exhibición de capacidad de revisión y verdad democráticas. Sin embargo, el pedestal de obligado reconocimiento se quiebra inevitablemente cuando se considera cuál es el cemento con el que se ha armado. A Lucía le parece que, si es Bildu quien ha impulsado esta iniciativa –de no ser así, no se puede imaginar qué pintan en el acuerdo– la cosa iría más de levantar la alfombra para buscar una suerte de comprensiva tolerancia hacia los crímenes de ETA con el objetivo claro de comenzar la reescritura del relato. ¿En qué género? En el clásico. En el de la justificación de los crímenes de ETA como una respuesta al estado opresor. ¿Que ETA arrancó su carrera de sangre a finales de los años sesenta y se llevó por delante casi mil vidas? Luchaban contra el franquismo. ¿Que siguió matando durante la Transición y lo hizo hasta hace apenas una década? Espoleada por las cloacas criminales residuo de la dictadura franquista.

Por ahí va el relato, por ahí va la intención de Bildu. Y el gobierno de Pedro Sánchez ha cometido la inmensa indignidad de aceptarle la jugada a los abertzales. Son los únicos que no le han visto el plumero a la cosa, o si se lo ven creen que podrán utilizarlo para seguir limpiando su camino de permanencia.

Pero va a ser que no. La suerte de Sánchez, que de un tiempo a esta parte parece haberle abandonado, o perdido fuelle, le lleva a que su inexplicable acuerdo coincida con la perfectamente explicable muerte de Miguel Ángel Blanco a manos de tres terroristas de ETA que siguen en prisión y jamás han mostrado arrepentimiento alguno.

Dicen los tolerantes de medio lado –porque lo son con ETA y su pasado tan tan lejano, mientras que acusan de franquista, que restriegan el franquismo y su espantosa verdad histórica de ayer mismo a cualquiera que no esté en su secta aunque lo hubiera sufrido en sus carnes– que hay que entender que Bildu lo que quiere, como el Gobierno, como el PSOE, como Podemos, es que se aclare la verdad sobre los crímenes cometidos durante la Transición. Piensa Lucía que si así fuera, si su afán fuera conocer la verdad de las balas y las muertes que propiciaron las cloacas del Estado, no tendrían ningún problema en contribuir a que se conociera la verdad de las balas y las muertes que propiciaron las cloacas de su ideología política, los grupos terroristas que alentaron y encubrieron. Si quieres la verdad, busca toda la verdad. Pero no es así. El PSOE sumiso e inmoral ha aceptado su juego sin exigirles no ya que condenen el terrorismo, sino que presionen a sus presos –lo siguen siendo, lo dijo Otegi, están los pasquines por todos los pueblos de Euzkadi– para que aclaren los casi 400 crímenes etarras aún por resolver.

No hay voluntad de aclarar nada. Sólo un intento de reescribir la historia de ETA por parte de Bildu, que cuenta con la complicidad de un PSOE que con este acuerdo demuestra que está dispuesto a mantenerse en el poder aún a costa de sus propios muertos.