Irene Montero

La marquesa del casoplón, la marquesa del Falcon

El viaje en Falcon a Nueva York y Washington es el colmo de la prepotencia de una Irena Montera que va de Imelda Marcos por la vida

Cuando llegó a mis manos una de las grandes exclusivas en los casi siete años de vida de Okdiario, la adquisición del casoplón de Galapagar por parte de los Iglesias-Montero, respondí con un claro y conciso «de momento no se publica» porque se me antojaba inverosímil tamaño ejercicio de incoherencia y jetismo. Pasaban las horas, pasaron los días, y mis colaboradores insistían en que había que pasar de las musas al teatro so pena de que nuestra fuente reenviase el exclusivón a otro medio. «Por muy locos que estén es imposible», meditaba un servidor, «que se hayan comprado un chaletazo de casi 300 m2, con casa de invitados, piscinaco y parcela de cuarto de hectárea». Que el coletudo líder de Podemos y su pareja son unos sin vergüenzas lo he tenido siempre claro pero jamás barrunté que fueran capaces de perpetrar semejante salvajada. Una salvajada que no sólo contradecía las promesas del pájaro, «siempre viviré en Vallecas», sino que además hacían saltar por los aires los mensajes regeneracionistas de una banda que decía estar «al lado de la gente». Por no hablar de lo extraño que resulta que se hicieran por 670.000 euros con un inmueble cuyo valor de mercado superaba de largo el millón. Ya me entienden. Al final, y tras insistirme Manuel Cerdán decenas de veces que la historia del casoplón iba «a misa», di el nihil obstat a la publicación. Pocas veces tuvo tanto sentido ese recurrente aserto del «increíble pero cierto». Más tarde nos enteramos del lujo nivel dios que disfruta el dúo: tienen tres personas de servicio, como si de unos auténticos marqueses, y no los que genialmente retrató Jiménez Losantos, se tratase. Por no hablar de su estilo de vida Ceaucescu: emplean altos cargos pagados con nuestros impuestos como niñeras y pusieron a una escolta a ejercer de jardinera, chica de los recados y choferesa de la madre de nuestra protagonista. Pero la guinda del pastel de un materialismo modelo Georgina y de un afán por hacer pasta como si no hubiera un mañana estaba por llegar. Sospechábamos que el vaso de la indecencia moral de esta peña estaba rebosante, que el principio de Arquímedes no permitiría un lujazo más, pero nuevamente estábamos equivocados. El viaje en Falcon a Nueva York y Washington es el colmo de la prepotencia de una Irena Montera que va de Imelda Marcos por la vida. Lo que han presentado como un desplazamiento de trabajo es en realidad un viaje de lujo con la cuchipandi: sus interlocutores en EEUU, uno de ellos la ex ministra plagiaria Montón, son de medio pelo. Gente con la que se podían haber entrevistado vía Zoom o Skype. Y si tan necesaria era la visita bien podían haberse largado en Iberia o en Air Europa. El transporte de las cuatro nos hubiera costado en business 20.000 euros en total y no el inmoral dineral que supondrá el Falcon contando gasolina y dietas de los pilotos y azafatas. Hay que recordar que esta caradura aseguró a un servidor en La Sexta Noche que ellos «siempre» viajan «en turista». El vuelo a Nueva York y Washington en un Falcon idéntico pero privado sale por un ojo de la cara: 240.000 euros. Lo peor no es que estemos ante una más que presunta malversación de caudales públicos, similar a la de Sánchez cuando se fue a un concierto de rock en el mismo jet, sino que se ríen a mandíbula batiente de los 46 millones de españoles, muchos de los cuales no llegan a final de mes por la brutal inflación que ellos mismos han provocado. Dan asco. Mucho asco.