ETA

Pues yo no lo recuerdo así, estaré confundido

En mayo de 1977, para lo de la Amnistía, secuestraron a Ybarra y le asesinaron

Los que vamos teniendo una edad tendemos a confundir las cosas y mezclamos recuerdos, fechas y hechos, lo vivido con lo contado, lo experimentado con lo leído. Así que, me disculparán, si, en mi memoria la Eta no era un grupo de luchadores por la libertad y la democracia, empeñados en conjurar la pervivencia del franquismo, que con sus acciones desnudaban la farsa política de la Transición. Ya les digo que no lo recuerdo así, que estaré confundido, porque no me imagino que el presidente del Gobierno de la nación, Pedro Sánchez, miembro del PSOE, pueda andar en tales pasos sin tener detrás una argumentación de peso. Pero el caso es que me vienen recuerdos, como relámpagos de memoria, de haber cubierto alguna manifestación pro amnistía y que no eran, precisamente, franquistas los que gritaban aquello de «libertad, amnistía y estatuto de autonomía», no. Recuerdo que los fachas oponían el «ni amnistía ni perdón, Eta y Frap al paredón», demanda de éxito perfectamente descriptible, en un país que ya había pasado por un indulto Real y dos Reales Decretos de amnistía parcial, que pusieron en la calle a 18.000 presos, lo que hizo más por la renovación literaria del periodismo de Sucesos que toda la obra de Raymond Chandler. Recuerdo que en mayo de 1977 se celebró una «semana pro amnistía» en las Vascongadas y que, entre las actuaciones reivindicativas, la Eta secuestró a Javier de Ybarra y Vergé, presidente de «El Correo», le metió en un zulo durante treinta días y le asesinó de dos disparos en la nuca. El cadáver se halló el 22 de junio, cuando las Cortes ya debatían en comisión la dichosa Ley de Amnistía, que se aprobó el 15 de octubre de 1977 y entró en vigor dos días después. Con delitos de sangre, salieron a la calle 23 etarras, y medio centenar de pistoleros, huidos a Francia, se vieron libres de cargos. Pero, como bien nos recuerda el presidente del Gobierno, aquello no fue más que una hábil maniobra para cubrir los terribles crímenes del franquismo y perpetuar la tiranía, no importa lo que dijeran entonces Pilar Brabo, Marcelino Camacho, Arzallus o Pablo Castellano, al parecer, criptofranquistas, con lo que la Eta se vio obligada a seguir luchando por la democracia española. Así, el 2 de noviembre asesinaban en Irún al sargento de la Policía Municipal José Díaz Fernández; el 26 del mismo mes, en Pamplona, al comandante Joaquín Ímaz Martínez, y el 16 de diciembre, a Julio Martínez Izquierdo, concejal del PP en Irún. Recuerdo que hubo políticos que trataron de quitar hierro a aquellos asesinatos, y periodistas que hablaron de «incontrolados», «provocadores» y esas chorradas tan propias de la izquierda de mi gremio cuando la pillan en bragas. Y, todo lo demás, pues ya lo saben. La buena izquierda y los separatistas no han cejado todos estos años en su lucha contra el franquismo y por traer a España la verdadera democracia, lo que se ha conseguido, por fin, con Iglesias, Otegui y Sánchez a la cabeza. Y para que a las generaciones que nos han de suceder no les pase lo que a mí, que con la mucha edad confundimos las cosas, pues nuestro amable, eficaz y ecuánime gobierno nos ha proporcionado una Ley de Memoria Democrática que lo deja todo claro y resuelto para la historia. (Menos mal que el número de malvados en este país es bastante menor de lo que calculan algunos).