Opinión
De renovación en renovación hasta la derrota final
Renovarse o morir», dice el refrán, y Sánchez quiere seguirlo al pie de la letra yendo de renovación en renovación tras cada sucesivo revés electoral, aunque que de momento no parece obtener el resultado apetecido. El 4-M del pasado año que catapultó a Ayuso, provocó una auténtica crisis de Gobierno, renovándolo ampliamente y cesando incluso a su núcleo duro –Iván Redondo, Calvo y Ábalos– obteniendo hace un mes la debacle de Andalucía como fruto. Quizás es que a Sánchez le sea de aplicación otro proverbio popular: «Aunque la mona se vista de seda, mona se queda», y que después de cuatro años en La Moncloa, los españoles ya conozcan a su persona y a su Gobierno, y no les convenzan sus renovaciones. Por ejemplo, no es de recibo pedir austeridad a la gente y mantener un Ejecutivo de la dimensión del suyo. Es evidente que ni el déficit público, ni la deuda, ni la inflación, van a verse sensiblemente disminuidos por una reducción de su megabobierno, pero «fray ejemplo» es el mejor predicador antes de pedir sacrificios a los demás.
Mañana el Comité Federal del PSOE no hará más que formalizar otra renovación ya conocida, lo que refleja la transformación respecto de aquel otro PSOE que le obligó a dimitir de la Secretaría General hace seis años. Por eso, al hablar ahora de «su partido» nos referimos al partido socialista que actualmente parece ser de «su propiedad», convertido en núcleo principal del sanchismo. Por ello no sorprende del todo que tras el descalabro andaluz elija como número dos de ese su partido precisamente a una ministra andaluza de largo recorrido político precisamente allí en su tierra.
Con sus continuos cambios Sánchez está cumpliendo la máxima lampedusiana de que «hay que cambiar algo para que todo siga igual», aunque en su caso no sea ese su presunto deseo. Él quiere seguir durmiendo plácidamente en La Moncloa al precio que sea, sabiendo que ni sus socios ni sus aliados le dejarán caer porque nunca podrán imaginar un mejor caballo de Troya que él, colocado en la cúspide del Estado para demolerlo desde su interior. Alguien debería atreverse a decirle que la suya es la única renovación eficaz para conseguir un impulso electoral de las siglas de las que se ha apropiado. Pero, fuera de ellas «hace frío».
Hay que esperar a esa definitiva renovación, que esperemos se produzca con las próximas elecciones generales. Hasta entonces, la oposición necesita mucha paciencia y sobre todo mucha convicción para reparar todo el daño provocado por el sanchismo. De momento los únicos que dimiten o les dimiten son sus colegas de Reino Unido e Italia.
✕
Accede a tu cuenta para comentar