ETA

La memoria asimétrica

Dados los equilibrios políticos que necesita el Gobierno para mantener su mefistofélica mayoría, lo de 1939 no prescribe pero el asesinato de Miguel Ángel Blanco en 1997, sí

Dios tiene sentido del humor porque en estos días, ha hecho coincidir la aprobación de la Ley de Memoria Democrática que extiende la investigación de los crímenes del franquismo hasta 1983 y el nombramiento de un Fiscal General del Estado que entiende que el secuestro y asesinato contra Miguel Ángel Blanco han prescrito.

A mí la memoria me parece bien, sobre todo la memoria a corto plazo y en los primeros años de la democracia en este país, la luz y las sombras lucharon entre ellas durante un tiempo. Que las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado hayan desempeñado una labor heroica no significa que en ocasiones en aquellos primeros años de Estado de Derecho incipiente no cruzaran la línea. Esto no legitima el terrorismo de ETA en ningún caso, y por mucho que este país se estuviera defendiendo de un ataque feroz y sangriento, las víctimas, víctimas son y se merecen reconocimiento, esclarecimiento, protección y disculpas oficiales. El agujero negro de la historia de Euskadi que socavó ETA no se cubrirá hasta que no se investiguen y reparen –aunque la violencia nunca consigue repararse– los abusos y el dolor que se causaron en familias que aún hoy no han recibido la disculpa que merecen y que merecemos ofrecerles como sociedad democrática completa y adulta, pues se hizo en nuestro nombre. Solo existe una mayor vergüenza que la violencia que se comete en nombre de la democracia: que la democracia pretenda esconderla, comprenderla o contextualizarla. El primer peldaño de la democracia consiste justamente en cuidar sus métodos de supervivencia.

Hablando de sobrevivir, podemos fijarnos en la razón de esta extensión del franquismo represor considerándolo hasta 1983. El cambio no proviene de una convicción por recuperar la memoria de las víctimas, sino de una necesidad de perpetuación en el propio Gobierno y viene impuesto por la propia Bildu. Decía que existe una justicia argumental que se le presenta de vez en cuando al Gobierno, un fogonazo que muestra sus querencias y contradicciones con precisión geométrica. La primera vez sucedió cuando pidió apoyo a los Presupuestos y los tipos que debían dárselo estaban sentados en el banquillo del Supremo. La segunda ha sido ahora cuando mientras se aprobaba la Ley de Memoria con Bildu para investigar los crímenes del franquismo, la Fiscalía consideraba prescritos los crímenes de ETA en los tiempos de Miguel Ángel Blanco. Consideran que no se deben perseguir por haber transcurrido demasiado tiempo y lo entiende desde la secretaría técnica el mismo tipo al que han nombrado nuevo Fiscal General del Estado (la antigua quizás vaya a ocuparse de la memoria histórica). Esto sucede pese a que el Parlamento Europeo ha pedido –con los votos a favor de los socialistas– que los crímenes del terrorismo vasco se consideren de lesa humanidad y no prescriban. Cuando compareció ante la Audiencia el entonces jefe de ETA Mikel Antza, lo acompañaba el diputado de Bildu Jon Iñarritu, santón de la nueva mayoría progresista que, no siendo ETA, se los pasa así de cerca.

Ahí se aparece el mayor pecado de este Gobierno, una memoria deliberadamente asimétrica que a cada poco convierte a Franco en un hecho del presente político al tiempo que recomienda que se pase página sobre lo de ETA, que fue ayer. El resultado es que, dados los equilibrios políticos del sanchismo para mantener su mefistofélica mayoría, 1939 no ha prescrito pero Ermua en 1997, sí y así se explica que los chavales conozcan qué talla de calzoncillos vestía el general Franco, pero no sepan quién fue Miguel Ángel Blanco.