Ley de Memoria Democrática

Virtud

En España, que hace décadas presumió de «enterrar a Montesquieu», solo podíamos esperar lo que ya tenemos: ausencia total de virtud en el espíritu de muchas leyes que nos gobiernan

La virtud es un concepto denigrado en esta época, que prefiere el lado oscuro (disolvente, emocionante). Pero en la obra, fundamental para la democracia occidental, «El espíritu de las leyes», se habla mucho de ella. El diccionario recuerda que es «una capacidad de producir efectos positivos», incluso medicinales, y también «la disposición habitual para hacer el bien». En España, que hace décadas presumió de «enterrar a Montesquieu» (autor de la insigne obra mencionada), solo podíamos esperar lo que ya tenemos: ausencia total de virtud en el espíritu de muchas leyes que nos gobiernan. Porque la imagen que ofrecen de España como nación es lamentable, incluso atroz. Resulta inaudito que las propias leyes de una nación retraten a dicha nación como un lugar subdesarrollado (hoy, cuando tal concepto no se utiliza, por hiriente, ni en los peores rincones del planeta). Pero aquí sí.

¿Quién tiene interés en degradar a España haciéndola aparecer –desde la ley– ante los ojos del mundo como un país brutal, comparado y emparejado en salvajismo con la Camboya de Pol Pot? ¿Qué fin persigue el propagar la idiotez de que, después de la propia Camboya, somos el ‘segundo’ (¡!) país del mundo con «más fosas de víctimas de una dictadura»…?, una dañina hipérbole fantástica, sin fundamento, que solo se le puede ocurrir a alguien poco viajado y poco leído, pero que sirve estupendamente para alimentar una leyenda tenebrosa. ¿Quién estará interesado en hacer crecer y actualizar dicha leyenda negra de España, pintándola como un país retrasado, dictatorial y sangriento? No sé. Sí parece evidente que leyes como la de Memoria –ya en vigor, creo– conseguirán lo que logró antes la dictadura franquista que tanto abomina dicha ley: habrá que ir al extranjero a publicar estudios sobre la Guerra Civil española o el franquismo.

Y, de nuevo, los españolitos tendrán que cruzar los Pirineos, saltando la frontera ansiosos, pero esta vez no será para poder ver películas porno, sino para comprar libros libres, escritos e investigados en libertad. No me digan que no es algo tan irónico como hilarante. (Como virtuosamente escalofriante).