Política
España se apaga
Tiene razón la presidenta de la Comunidad de Madrid cuando se queja de unas medidas intervencionistas que lo único que conseguirán es arruinar aún más a los que viven de un negocio ya en ruinas
Vamos entrando en la tercera pista del circo, se va haciendo de noche, como en un drama de Shakespeare, o eso parece: lástima que terminó el festival de hoy. Los dibujos animados se han estirado hasta lo indecible, de manera que si los admiráramos ahora, a la luz de las velas, sus rostros supurarían pus. Por eso se resguardan en la nueva normativa del ahorro energético. Si los vieran con mis ojos se darían cuenta de que la mandíbula perfecta del presidente del Gobierno, en la penumbra, provoca una exacta inquietud. Otros miembros del Ejecutivo ganan. Me ahorraré los nombres para que no me tachen de padecer algún tipo de fobia hacia los feos, y sobre todo, hacia las feas, lo que me pondría en la senda o en la ribera del peligro. España se apaga y, con ella, sus muñecos de feria. Vivimos en una metáfora, lo que nos hace léxicamente bellos y sintácticamente desastrosos. Si la única idea de estos que nos gobiernan es la de las luces y los termostatos, antes de que ellos agoten el último agujero de sus cinturones, es que hemos tocado fondo y que, más allá de este pozo de ambiciones, solo queda refocilarse en el estiércol.
Tiene razón la presidenta de la Comunidad de Madrid cuando se queja de unas medidas intervencionistas que lo único que conseguirán es arruinar aún más a los que viven de un negocio ya en ruinas. «Luz, más luz»: con estas palabras, o eso dicen, murió Goethe, cuando deseaba volver al mundo de los vivos. Tal vez sea eso, dicho de manera más prosaica, lo que quiere evitar Ayuso, que la oscuridad nos domine, como a los amos de la noche de «Juego de tronos». La presidenta notará, cuando le llegue la edad, lo que duele, hablo de dolor físico, alumbrarse con un quinqué: eso decían mis abuelas, que vivieron la llegada de la electricidad a sus aldeas como un bálsamo. Aún recuerdo cuando velábamos a una de ellas, Manuela, con cuatro cirios, mientras los hombres contaban chistes a la luz del anís. Mientras tanto, disfrutemos del verano antes de conocer las cifras del paro de septiembre.
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