Política

Retratos

La banalización del dolor y la tragedia nos indican hasta qué punto estamos perdiendo la forma mental

Asoma el curso político tras un verano de incendios y tragedias en encierros festivos mientras algunos se hacen selfis frente al fuego o distribuyen por las redes imágenes dolientes como si se tratase de fotos de boda. Ya sonaba duro retratarse ante el volcán que devoraba La Palma, como para digerir los videos supuestamente graciosos ante los incendios –busque usted en las redes, hay unos cuantos– o recrearse en las cornadas a mozos que desafían a la muerte y pierden la partida. Algún día alguien debería explicar que los animales no entienden de fiestas ni de códigos humanos y que si los hombres y mujeres más corridos del mundo, que son los de San Fermín, tienen miedo, mucho miedo, antes de empezar las carreras, es porque saben muy bien qué y ante quién se la juegan. Me lo explicó muchas veces el sabio Chapu Apaolaza: el miedo forma parte de la liturgia del encierro porque te hace sentir vivo y te mantiene prudente y alerta, que es la única forma de estar ante el toro. Los selfis ante desgracias, la banalización del dolor y la tragedia nos indican hasta qué punto estamos perdiendo la forma mental, la conciencia de lo que somos y hacemos, para entregarnos a una suerte de vanidad temporal, qué digo, instantánea, a cuyo arrullo sacrificamos lo verdaderamente importante. Una joven bailando ante un incendio es la derivada extrema, la sublimación, de aquella estupidez clásica de perderte los lugares, los colores, yo que sé, una puesta de sol, porque estabas fotografiándolos. Luego se lo puedes enseñar a tus colegas, pero te lo perdiste. Esto es aún peor, porque demuestras al mundo que te importa un pimiento lo que está pasando ante tus ojos; el dolor o la desgracia son simplemente el decorado ante el que tu expones tu ilimitado egoísmo: yo estuve allí, en lo que sale en la tele, qué guay. Las consecuencias, la destrucción, lo mucho perdido, el sufrimiento de personas y animales son inexistentes. O se obvian porque no importan más que tu propia exhibición, tu minuto de gloria decadente e insoportable.

Ahora todo esto va a dejar paso a otros estrépitos, a otro tipo de exhibiciones y disputas que son las políticas, a otros egoísmos que son los de partido, a esa forma de obviar la realidad que consiste en mirarla en negativo si es el adversario el que juega o rechazar renuncias o acuerdos porque importa más salir bien en la foto electoral que tomar conciencia y afrontar los problemas reales con perspectiva de patriotismo y largo plazo, que vienen a ser la misma cosa.

La crisis energética va a ser la primera partida en el tablero de eso que los periodistas llamamos curso político. Aquí se va a retratar ya la dificultad que tienen los partidos para salirse del selfi de las desgracias : importa más que se me vea que solucionar el problema de fondo. Ni el gobierno –que busca apoyos para ir más allá de los 153 de su exigua mayoría– va a negociar los puntos más discutibles del decreto energético que llega mañana al Congreso, ni la oposición va a acercar posiciones en lo que ese texto pueda tener de positivo.

No digo yo que sea como lo de los cretinos que se graban ante un incendio, pero tampoco es que en ese ruedo político de la sensación de que corren con conciencia o dejan claro que están dando su valor a lo que hay detrás o a lo que viene.