Economía

Laffer, con su curva, rodea a España

Multitud de aspectos del gasto público tienen que ser forzosamente rectificados, tengan el coste político que de ello se derive

La situación de la economía española, fruto del enlace del modelo de Rodríguez Zapatero con el de Sánchez, es extraordinariamente preocupante. En primer lugar, se ha creado un déficit del sector público ciertamente colosal, y el actual presupuesto, forzosamente, lo amplía. Debido a que España se encuentra en el área del euro, se ve obligada a intentar superar esa acumulación de deuda y, naturalmente, aparecen dos opciones: una de ellas es la de reducir el gasto público, y la otra, aumentar los impuestos. Al vincularse lo primero, con molestias evidentes a los perceptores nacionales de beneficios derivados del gasto público, se rechaza ese sendero, pues contraviene designios electorales. Inmediatamente, surge la necesidad de tener fuertes cargas impositivas. Pero, además, como consecuencia de la mala política económica existente, la inflación aparece y, concretamente, dentro de uno de sus sectores, el llamado IPC (aumento de los precios de artículos de consumo). El impacto en los compradores es exactamente análogo al de la aparición de un impuesto indirecto, como por ejemplo el IVA. Y el aumento de la inflación -en este momento, hay noticias de haber subido en septiembre un 9%-, crea la consiguiente irritación popular.

En Estados Unidos, un profesor de economía, Laffer, nos dijo algo importante, a través de una curva; tal curva señala que, con una carga tributaria del 0%, los ingresos del sector público serían nulos, y conforme van creciendo las magnitudes impositivas, es evidente que aumenta la recaudación; pero, por otro lado, si la recaudación se deriva de un incremento total de las bases impositivas, el 100% impositivo provocará una catástrofe económica, y esa crisis significará unos ingresos públicos nulos y la necesidad de incrementar el endeudamiento del sector público, con un panorama inflacionista espectacular. Eso se dibuja en una curva que, en honor a Laffer, lleva su nombre.

En España, ha sucedido un hecho clarísimo. Alguien debió asesorar adecuadamente a la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y ésta rehusó el mensaje impositivo existente, en su Gobierno Autónomo, y observó -al reducir la presión impositiva citada-, mejoría en los ingresos. Y al encajar eso en un mercado madrileño dotado de posibilidades de desarrollo extraordinarias -por ser el gran centro de comunicaciones español, centro del sistema crediticio, y residencia de multitud de actividades empresariales, por no citar otras ventajas-, se originó, inmediatamente, un aumento en la recaudación impositiva y en su PIB. Esta confirmación valiente de Laffer en España -partiendo del gobierno del PP de la Comunidad de Madrid-, ha llamado la atención, e, inmediatamente, toda una serie de Comunidades Autónomas, con proyecciones hacia los ayuntamientos de variados grupos políticos, comenzaron a secundar tal orientación, consiguiendo, a veces, victorias electorales tan importantes como las ocurridas en Andalucía.

Naturalmente, pasa a resultar difícil, como se ha comprobado en el intento de Ximo Puig, en Valencia, de seguir ese sendero madrileño, ahora que están en el horizonte las elecciones. Mas, he aquí que eso coincide con la citada mezcla de desorden político y pésima coyuntura internacional, y la apertura del debate presupuestario para el 2023, amén de planteamientos populistas ignorantes de Laffer. Eso está creando, justamente ahora, el inicio de un probable empeoramiento económico para el electoral año 2023, aparte de las previsiones políticas existentes; aumentando las complicaciones forzosas que, al Ministerio de Hacienda, probablemente causen agobio.

Otra señal del efecto madrileño se observa en Navarra, con su tradición foral, que muestra la importancia de ese camino de Laffer; y también en Extremadura, Castilla-La Mancha, y -algo puede considerarse, explicando oscilaciones- del PNV. Por otra parte, la crisis económica causada por otros motivos en Cataluña, hace nacer, ahí, la búsqueda de arreglos para ese importante mundo empresarial, que recuerda la política desarrollada por Cambó, para superar el caos político y económico español, tras 1919.

Por supuesto que multitud de aspectos del gasto público tienen que ser forzosamente rectificados, tengan el coste político que de ello se derive; nuestra situación en el panorama internacional también está presidida comparativamente por una tasa de desempleo altísima, que tampoco se puede aliviar con simples subidas salariales.

Es de esperar que la ortodoxia financiera en el campo internacional y, desde luego, en el español, acabe borrando esa serie de tensiones que pasarán a la historia de la economía española como las generadas cuando el Gobierno González provocó otra de las crisis que impidieron -hasta que llegó Aznar- que, a partir de la incorporación de España a la Unión Europea, se lograse impulsar, en muchos aspectos, nuestro bienestar económico. Y para no equivocarnos en esa cuestión de Laffer, recomiendo la lectura de la obra del profesor Hortalà, Teoría económica. Macroeconomía.