Cultura

Autocensura

Rebelaos contra todos esos predicadores de la moral que os amenazan con las llamas del infierno

El otro día leí las declaraciones de un artista joven que, con cierta candidez, afirmaba que él nunca usaría la palabra «nena» en una canción, porque desde su punto de vista era un tratamiento machista. Me pareció lamentable. Creo que no ha comprendido nada de lo que supone la tarea artística, labor que nunca debe estar sometida a autocensura si el artista es verdaderamente libre y dispuesto a usar todos los recursos del arte para conseguir el efecto deseado. ¿Qué hay entonces del posible uso de esa palabra –o cualquier otra– en registros irónicos, paródicos o para sensaciones de incongruencia? ¿Debemos renunciar a él simplemente porque a alguien se le haya ocurrido satanizar la palabra? ¿El paso siguiente será censurar el uso de la palabra «baby» en todos los clásicos del rock del siglo pasado?

En mi juventud, el sistema dominante era quien quería censurarnos a los artistas. A eso le llamábamos alienación. Actualmente, el sistema ha sofisticado tanto su alienación como para que, presionando al propio artista, sea él mismo quien se autocensure. Rebelaos contra todos esos predicadores de la moral que os amenazan con las llamas del infierno. Esa es la única posición digna y honorable de cualquier artista.

Uno de ellos, grandísimo, llamado Stanley Donen, ya ridiculizó hace muchas décadas esas veleidades de condenar los diminutivos cariñosos en una inolvidable escena de su film «Dos en la carretera». O sea, nada nuevo bajo el sol; solo artistas contra berzotas. Probablemente muchos artistas jóvenes desconozcan esa brillante escena de la obra de Donen, e incluso no sepan quién es Donen. Pero eso es simplemente un fallo de información que pueden corregir esforzándose. Y aún les queda un gran camino que recorrer por delante. Porque información no es lo mismo que erudición. Erudición no es lo mismo que conocimiento. Conocimiento no es lo mismo que inteligencia. Inteligencia no es lo mismo que sabiduría. Ni sabiduría es lo mismo que excelencia y bondad.